Cómo tratar con el «Eje del mal»

Hace una semana que el presidente Bush declaró que Washington ha perdido toda esperanza con el régimen iraní, descalificó el intento de los reformadores locales y subió el tono hasta extremos inquietantes, pero ayer el jefe de la política exterior y de seguridad de la UE, Javier Solana, estuvo, en cambio, en Teherán... En el catálogo de las diferencias -al alza- entre los Estados Unidos y sus aliados, tanto europeos como asiáticos, se ha instalado ya claramente la cuestión de qué hacer con la República Islámica, cómo insertarla en los nuevos escenarios regionales y cómo tratar con sus autoridades. Clinton ensayó la moderación (unas palabras de Madeleine Albright reconociendo viejos errores en el apoyo a la dictadura impopular del Shah) y una política de gestos (fin del embargo comercial sobre alfombras y pistachos e intercambio de deportistas y artistas...) pero la Administración Bush estatuyó que el país es parte, junto a Iraq y Corea del Norte, del ya célebre eje del mal. Este rumbo puede parecer hasta sorprendente porque Washington ha reconocido los esfuerzos iraníes contra el tráfico de drogas y, sobre todo, contra Al Qaida, que no cuenta con santuario alguno en el país, o los adversarios del nuevo gobierno (pro-americano) de Kabul: el ex presidente Hekmaktyar, animador de la oposición armada, fue expulsado del país... La Unión Europea cree que el Irán (Persia, nada menos) merece otro approach, entre otras cosas porque hay una fuerte tendencia reformista y democratizadora que merece mucho crédito y que representa el presidente de la República, Mohamed Jatami. La pugna con el bunker está alcanzando estos días un paroxismo sin precedentes. Por Teherán han desfilado ya jefes o ministros de todos los gobiernos, (Aznar incluido) y Solana se atiene al punto de vista de no injerencia en asuntos internos (y muy complejos) y negociación comercial y política con Teherán. Ha visto a Jatami, pero también al Guía, Ali Jamenei, inspirador de los ultras. La UE no se siente amenazada por Irán y cree, al contrario, que merece un esfuerzo de comprensión y más estímulos que admoniciones. Todo lo contrario que Washington.