Diario de León

Mantener lejos a los 72.000 estorninos le cuesta a León 8.275 € cada año

El Ayuntamiento de León prorroga el contrato para ahuyentar a las bandadas de tordos

Las bandadas de estorninos eran un espectáculo visual. RAMIRO

Las bandadas de estorninos eran un espectáculo visual. RAMIRO

León

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Su baile a la atardecida, cuando se convierten en una cortina oscilante y compasada sobre el cielo de la ciudad, no volverá a repetirse tampoco este año. El Ayuntamiento de León ha decidido continuar con el contrato para ahuyentar a los estorninos que, desde 2010 hasta 2016, se convirtieron en un problema por las molestias del ruido provocado en las zonas de dormidera, como los parques de San Mamés o Condesa Sagasta, y el consiguiente, aumento de la sociedad por los excrementos acumulados en el mobiliario urbano de estas zonas.

La factura no varía. El Ayuntamiento de León deberá abonar 8.275 euros anuales a la empresa Locus Avis para que continúe con las tareas. La encomienda incluye no sólo ahuyentar a los estorninos, sino también a las palomas torcaces que se han convertido en compañeras. A mayores, continuará con su labor la brigada municipal que, ante las denuncias vecinales o la detección de casas abandonadas en las que anidan, se encarga de las palomas comunes mediante la colocación de jaulas con cebos para apresarlas y luego entregarlas a una empresa de Palencia que las utiliza para la repoblación.

El contrato queda abierto también a otras aves, com o las urracas, que puedan ocasionar molestias por su elevada concentración, como se recoge en las condiciones del contrato. En todos los casos se especifica que los trabajos deberán hacerse con métodos incruentos para los animales e inocuos para el ser humano, como la utilización de halcones y otras especies que los ahuyentan, aunque también cabe la colocación de trampas sonoras que replican el sonido que los estorninos emiten cuando detectan un peligro.

La suma de las acciones ha demostrado ya su éxito desde que, en 2016, lograran que los cerca de 72.000 estorninos que estimaban los servicios municipales que anidaban en la ciudad se quedaran en apenas medio millar.

La merma aligeró sobre todo su concentración en zonas que se habían convertido en un dormidero habitual, como la espesura de los castaños de indias del paseo de la Condesa Sagasta, donde cada atardecer constituían un espectáculo al descender después de toda una jornada por los alrededores. Aunque, como cobro por la coreografía aérea de las bandadas, que vuelan en formación guiadas cada pájaro por los más cercanos de forma guegraia para protegerse de posibles peligros, dejaban el mobiliario y el suelo plagado de excrementos, con los consiguientes malos olores y riestgos sanitarios, a la vez que no cesaban en toda la noche de gorgojear.

Esta céntrica zona no aparecían como único apostardero. Los estorninos pinto y negro hacen campamento en el paseo Parque, en el entorno del campus universitario de Vegazana y en los parques de los Reyes y Quevedo. Desde estos núcleos, se levantan antes del alba y vagan por un radio de entre 25 y 50 kilómetros de la ciudad en busca de alimento, aunque más o menos dos horas antes del atardecer regresan de forma puntual para resguardarse. El anidamiento se da sobre todo entre los meses de septiembre y marzo, en los que aprovechan el entorno urbano y el calor que emiten las calefacciones para guarecerse. Pero León, pese a perder la exhición de la danza de los tordos, ha decidido ponerles coto de manera continua.

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