Diario de León

 

 

Henar García, directora de Villahierro: «Sería positivo que España tuviese el agente de la condicional de EE UU»

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A. Calvo
León

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Henar García Casado se convirtió hace tres años en la primer mujer en ponerse al frente del Centro Penitenciario de Villahierro. Psicóloga de formación, defiende la posibilidad de la reinserción y el «buen trabajo, que no se conoce», que se realiza en las instituciones penitenciarias.

—¿En qué situación se encuentra ahora el centro leonés?

—Estamos actualmente en muy buena situación, hay 1.008 celdas, que se podrían casi doblar, pero hay 780 internos. Desde que en 1995 se hiciese la reestructuración el nivel de conflictividad ha bajado. Ahora todo está muy informatizado y el sistema de control y seguridad es a través de videovigilancia. La estructura modular, prácticamente igual en todos los centros, está enfocada a la máxima seguridad. El riesgo de determinados incidentes se ha reducido casi al cien por cien.

—¿Pero sigue habiendo conflictividad?

—León no es uno de los centros de mayor conflictividad. Principalmente por la plantilla. Como siempre se dice es de edad avanzada, pero la contrapartida es que tiene mucha experiencia y saben tratar situaciones para que la agresividad verbal del interno no vaya a más y desescalar.

—Ha hablado sobre la edad del funcionariado...

—La edad media se ha bajado bastante en los dos últimos años, antes podían estar 20 años antes de llegar a León y este año ha llegado uno con 10 años de experiencia. La edad media hace tres años era de 55 y ahora está en 50 o 49 años. Además, este año han venido 50 funcionarios y prácticos.

—¿Cuál es el perfil del interno?

—Castilla y León y León en particular, no son zonas de alta delincuencia, somos centros de recepción, los internos proceden de zonas en las que existe un mayor número de ingresos de situación preventiva o penal, como la costa, Andalucía y sobre todo Madrid. Aquí vienen aquellos privados de libertad, sin vinculación familiar, sobre todo extranjeros.

—¿Y en relación a los delitos?

—El perfil es diverso, hay mujeres y hombres, jóvenes y mayores. Hay menores, de 18 a 21 años, pero también muy mayores, con hasta con 79 años, y todo tipo de delitos. Esto es general en toda España, prevalece la vinculación familiar y luego la organización.

—Los sindicatos se quejan de que no hay funcionarios suficientes.

—En la plantilla hay 520 entre cocineros, lavanderos, mantenimiento, el grueso son los funcionarios, también psicológicos, medicos, administrativos... Donde realmente tenemos necesidad es en funcionarios de prisiones. Sería necesario, un tercio más, pero la RPT se basa en el centro lleno, con 1.500 internos, el doble de los actuales. Cuantos más mejor, más cosas puedes hacer, el trabajo y la intervención del tú a tú son más directos.

—¿Consideraría positivo que los funcionarios de prisiones fuesen agentes de autoridad?

—Llevan años con este asunto. Sería positivo, por un lado por el reconocimiento social. Mi impresión personal es que puede hacer un efecto contención. Pero se trata de una situación de impulsividad y en esos momentos nadie se para a pensar.

—En Mansilla ya no quedan presos de ETA. ¿Cómo ha afectado?

—No ha afectado. No afectó cuando llegaron ni cuando se han ido. A efectos de funcionamiento son igual que el resto de los presos.

—¿Qué destacaría usted del trabajo que se realiza en una institución penitenciaria?

—Tenemos muy poco porcentaje de reincidencia. Hacemos un trabajo de calidad y estamos consiguiendo que mucha gente no vuelva. Evidentemente hay un porcentaje que sí, que reincide, pero hay factores sociales y cuando hablamos de reinserción y reeducación hablamos muchas veces de personas que no han sido reinsertadas ni reeducadas nunca. Después de trabajar con un interno durante muchos años consigues que cumpla con unos hábitos, pero al volver a su entorno cambia otra vez.

—¿Este es uno de los motivos por los que es tan valorado el sistema penitenciario español?

—Somos referencia en Europa y América, hay cosas mejorables, pero somos referentes. En León somos punteros en los módulos de respeto, que se han extendido a Francia, Turquía, Latinoamérica... al final hemos generado una fórmula de intervención que va en la línea de esa inserción social.

—¿La cárcel rehabilita o castiga?

—Rehabilita, cuando una persona ingresa, se le hace una valoración completa. En base a todo ello se genera una detección de necesidades y se plantean objetivos. Se analiza qué le ha traído hasta aquí y el por qué. Se trabaja a nivel personal, educativo, social y terapéutico. Hay mucha diversidad, casi hay un programa para cada de delito y se trabaja de manera individualizada.

—¿En la calle se tiene en cuenta el papel rehabilitador de la cárcel o pesa más su pasado?

—Una vez que están en libertad no hay seguimiento. Lo ideal es que una persona evolucione, desde el ingreso al segundo grado, al CIS y a la libertad condicional. Esto sería lo ideal. Se potencian mucho los ingresos directos en el CIS, porque a veces meter a alguien en el sistema penitenciario no es conveniente y así pueda seguir con su familia y su trabajo.

—La falta de médicos es otra de las demandas persistentes...

—La falta de médicos es un mal endémico como en toda la sociedad, pero ahora estamos muy bien, somos uno de los centros ‘top’ en este sentido.

—Después de los módulos de respeto y sus buenos resultados, ¿en qué se puede avanzar?

—Siempre vamos innovando por el devenir del día a día. La base fundamental del módulo es el grupo y vamos introduciendo modificaciones para mejorar.

—¿Qué mejoraría usted del sistema penitenciario español?

—El paso siguiente es el seguimiento en situación de libertad, los agentes de la condicional de Estados Unidos, nosotros no tenemos esa figura. Cuando hay fracaso vemos que muchas veces se basa en eso, porque hay una desconexión; aquí está como en una burbuja y al salir se enfrentan a la realidad. Aquí piden permiso casi para todo. El sistema de módulos busca la participación, pero tiene límites. Cuando no se puede pasar el por el CIS ese fracaso suele ser ese acogimiento, por la falta de apoyo que les ofrecen dentro los psicólogos, por ejemplo. A veces les sobreprotegemos y después no cuentan con esa ayuda en la calle.

—La droga suele ser un mal endémico en las cárceles. ¿Cómo se controla para que no entre?

—Tenemos controles de seguridad y funcionan. Siempre hay escollos, pero desde el verano está la unidad canina, dos perros que hacen controles tanto en accesos como en el interior. Son muy eficaces.

Rejuvenecimiento

«Se dice que la plantilla es de edad avanzada, pero la contrapartida es la experiencia»
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