Diario de León

De charla con las mentes más ancianas

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León

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Para poder escribir en vivo todas estas consideraciones que nos hacen evocar el quehacer en nuestra entrañable escuela del ayer, nos pusimos en contacto con algunos veteranos del municipio, jubilados ya de sus trabajos, pero con el recuerdo intacto de sus años escolares, que coincidieron con el traumático período de una guerra recién terminada y una larga penitencia propiciada por la penuria económica que siguió a la confrontación de las dos Españas. «Yo recuerdo -nos dice el que parece más parlanchín- aquel ambiente otoñal de aquel septiembre de 1940, cuando me estrené como alumno de la escuela de Villaquilambre, a la vez que estrenaba también el mismo día un estuche de pinturas, la primera cartilla del Rayas, un compañero de pupitre y el primer palmetazo de un maestro mal pagado. Pero éramos tan felices en aquellos tiempos...». Roto el hielo y ese prejuicio que impide muchas veces hablar en público, otro de nuestros tertulianos intervino en clave de recuerdos: «Nosotros supimos después, que los maestros que iniciaron nuestra andadura escolar en el curso 1940-41, todavía miraban asustados hacia atrás cada vez que oían pasos apresurados. O se estremecían en casa al escuchar los aldabonazos del llamador sobre la puerta. Eran secuelas nada infundadas de la presión psicológica que el Magisterio tuvo que vivir en la, todavía latente, guerra de los odios». Nos llamaron la atención estas consideraciones, y por mi condición de enseñante, quise intervenir también para aclarar un poco el clima que vivía el Magisterio en la posguerra: habían cometido el gran delito de simpatizar con una República que les hizo sentirse necesarios, dignos y socialmente considerados. A cambio recibieron una de las más feroces depuraciones que la Historia de todos los tiempos conoce. Sólo en la provincia de León, fueron inhabilitados 711 maestros entre 1937 y 1943, por eso los recelosos docentes que cuidaron de vuestros primeros balbuceos silábicos, vivían la diaria zozobra de la duda y el sobresalto de una posible condena arbitraria. «Pues yo, también tengo mis anécdotas escolares», terció un cuarentón que nos escuchaba y resultó ser hijo del primer interlocutor. «Me tocó pasar de las antiguas escuelas, cuyo recuerdo es deprimente por lo destartaladas y antihigiénicas que eran, al nuevo y flamante colegio de cuatro unidades que disfrutan hoy nuestros pequeños en Villaquilambre». «El matrimonio compuesto por don Perfecto Valcarce y doña Fely de la Fuente -continuó relatando el nuevo contertulio- llenó de dinamismo y buen hacer una época que en cierta manera fue una reconstrucción del pasado que comentaba mi padre. Un nuevo aire renovador, sin dejar de cumplir escrupulosamente con los principios del Movimiento, distinguió cada actuación de estos dos auténticos apóstoles de la enseñanza activa. Organizaron excursiones culturales que nos hicieron conocer Madrid, Valladolid, Salamanca, Burgos, Segovia, El Escorial, el Valle de los Caídos, Santander... A las chicas, además, las trajeron una de aquellas Cátedras de la Sección Femenina que complementaban los estudios oficiales con toda una gama de actividades deportivas, labores y bordados, bailes regionales, sainetes... Recuerdo con nostalgia el día de la clausura de aquella Cátedra, con la asistencia de las autoridades provinciales encabezadas por el gobernador civil, ¡Qué tiempos aquellos!». Hoy, sin dar la espalda a los tiempos que nos está tocando vivir, tenemos que ceder a la añoranza y pensar con el poeta aquello de que cómo a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado, fue mejor.

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