Diario de León

| Retablo leonés | Grandes fastos en su honor |

San Froilán, varón de vida venerable

Nacido en Lugo, desde niño fue educado en las santas disciplinas, temeroso de Dios, apartado del mal, lleno de fe y buenas obras, andaba siempre por los caminos de la virtud

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Enrique Alonso Pérez - león
León

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Los grandes fastos con que la ciudad de León honra al patrón de su diócesis, aunque a veces estén pasados por agua -como pasó con el accidentado desfile de los pendones- se consolidan cada año con más rumbo y los concejales de turno, se llamen Cantalapiedra o Travesí, ponen toda la carne sobre el asador para que los leoneses disfruten de unos días festivos que les hagan olvidar la añoranza del verano para entrar con fuerza en las grises brumas del otoño. A partir del bautizo del primer nieto de los Reyes de España, los ciudadanos saben que en el santoral cristiano existe el nombre de Froilán, y que el 5 de octubre la Iglesia celebra su onomástica. Desde este Retablo, queremos recordar la vinculación que tuvo este santo con la ciudad y provincia de León. Solamente un documento de excepción nos ayudará a seguir con absoluta fidelidad el «currículo» de San Froilán, pues a 1102 años de su muerte es difícil de reconstruir el paso de cualquier persona por este pícaro mundo. Se trata de la descripción hecha por Juan Diácono -discípulo del Santo- quince años después de que muriese en olor de santidad. Descripción que se encuentra en un escueto pergamino encajado como folio 101 en la Biblia Gótica conservada en la catedral de León. El hecho de que Juan Diácono hubiese sido uno de los más fieles discípulos del obispo Froilán y que su esquemática biografía del Santo fuese escrita tan en caliente -por el poco tiempo transcurrido desde su muerte- dan un especial valor al relato por gozar de plena fiabilidad y autenticidad. La trascripción que llega a nuestras manos, avalada por la pluma del ilustre Padre Risco, dice así: «Hubo un varón de vida venerable, llamado Froilán, nacido en un suburbio de Lugo, ciudad de Galicia. Desde niño fue educado en las santas disciplinas; temeroso de Dios; apartado del mal, y el corazón elevado siempre a las alturas, para poder mejor, contemplar al Señor. Era hombre humilde; lleno de fe y buenas obras; andaba, siempre, por los caminos de la virtud; como buen negociante que encierra, en su corazón, los tesoros de la Gracia de Dios». El nomadismo de los primeros tiempos de Froilán, secundado por su compañero Atilano, que sería más tarde obispo de Zamora, es recogido por su biógrafo del siglo X de la manera siguiente: «Recorría las ciudades, predicando la palabra de Dios; tenía el alma siempre elevada al Señor, se apartaba de las plazas públicas; se retiraba a lugares inaccesibles, a los desiertos; huía de los favores y alabanzas humanas, por las colladas y rocas bravas, buscaba lugares solitarios para hacer vida retirada lejos del bullicio...». Su vida eremítica Parece ser, y encaja con el esbozo que nos dejó Juan Diácono, que Froilán y Atilano, en sus primeros tiempos, habitaron la cima del monte aledaño al escondido pueblecito de Vozmediano, que aún hoy día recibe el nombre de «Montefrades» -Monte de los Frailes-, cuyo topónimo se encuentra reflejado ya en documentos alto medievales de compra-venta y cesiones de heredades. Más tarde, según el propio Diácono, y contrastado por la autoridad del Padre Risco, nuestros dos anacoretas se trasladaron al Monte Curcurrino -actual Peña de Valdorria- donde iniciaron una nueva vida eremítica salpicada de abundantes visitas de fieles de toda clase y condición. Hoy, aparte de la tradición oral y los documentos que reseñamos, existe en esta peña una ermita dedicada a San Froilán, que cada primero de mayo es visitada por una numerosa muchedumbre que se congrega en torno a ella para honrar al Santo, no lejos de la collada que da acceso a Valdecésar, lugar donde la tradición sitúa la ciudad de Veseo en la que Froilán edificó su primer monasterio. Hasta tal punto las virtudes del Santo fueron conocidas, que el propio Rey Alfonso III el Magno, envió legados suyos rogándole su presencia ante él en Oviedo, visita que se realizó con grandes beneficios para Froilán, ya que «le colmó de honores, le dio facultades para construir cenobios bajo la santa disciplina, y edificó el monasterio de Tábara». Los leoneses pueden venerar las reliquias del Santo en nuestra bella catedral. El arca de plata que preside el Altar Mayor contiene gran parte de los restos de este obispo leonés.

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