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Un profesor de la vida

Conocido por todos como Villa, José Luis Villacorta lleva ya 25 años al frente de su librería, en la que muchos aprendices se han preparado para saber enfrentarse al futuro

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Sabero

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Suele haber en todos los pueblos aunque cada vez es más difícil encontrarles. La historia de cada lugar se impregna con la forma de ser o de comportarse de sus personajes más carismáticos que, en muchas ocasiones, definen cómo son las gentes del mundo rural y más si éstas rigen un comercio. Este es el caso de José Luis Villacorta, Villa , diminutivo de su apellido, o el abuelo , como se le conoce en toda la comarca de Sabero-Cistierna por su afición al fútbol sala que aún practica a sus 55 años.

Villa es una persona sencilla pero culta, amante de la música y la buena lectura y con un criterio certero que guía su vida y su negocio desde hace muchos años. Gracias a este buen criterio son ya veinticinco los años que lleva al frente de su pequeña librería, cuyo testigo recogió de su tío Espinosa. En este pequeño local también tiene cabida toda clase de prensa escrita y, desde siempre, te puede hacer con el artículo mas difícil de localizar que seguro es imposible de conseguir en un gran almacén. Pero a su profesionalidad une un carácter de cara al público, que en privado mejora, que hace que sea querido y apreciado por todo el vecindario.

De costumbres fijas aunque flexibles, nunca se cierra a ninguna posibilidad en el negocio. Abre a una hora prudencial para el mundo rural y cierra en horario de establecimiento comercial; pero ello no impide que modifique éstos para satisfacer al cliente. No le importa cerrar más tarde si un consumidor asiduo falta por recoger el Diario de León u otro ejemplar de prensa diaria, la revista semanal, el fascículo o cupón que corresponda, un libro de encargo; pero lo que nunca hace es dejar al visitante de la tienda sin atender. Para ello, ni corto ni perezoso, coge su medio de transporte, la bicicleta, y se lo acerca al propio domicilio. Costumbre que desde hace veinticinco años cumple fielmente, haga frío o calor, llueva o nieve. Dicen sus amigos, y tiene muchos, que algo tiene que tener él o la tienda, ya que todos los chavales quieren «trabajar para él» y se ha convertido en la mayor «empresa» de la zona. Eso sí, añade Villa, «-¦ yo no pago sueldo, esto es un aprendizaje de comportamiento que en el futuro le viene bien a todo el que pasa por aquí-¦». «Todos los chavales que han pasado por aquí están bien colocados» dice Villa cuando alguien le hace ver esta situación. «Ahora tengo a personas despreocupadas laboralmente como «Nico, Carmelo, Marcos, Manolín y Tai» como pilares básicos, pero tengo a otros muchos adscritos al servicio que colaboran conmigo.

Siempre a disposición de los vecinos, aunque a veces no sean clientes e incluso figuren en el libro de morosos. Hace un favor a quien se lo pide y no le importa llevar a cabo ningún cometido. Hasta a veces hace «dedo» frente a su librería para un cliente que tiene que trasladarse a Cistierna y no cuenta con medio de transporte, sin que le de ningún pudor, sino todo lo contrario. Para los niños siempre tiene algún detalle.

En la tienda se han establecido una especie de galones para ocupar un sillón, tan cómodo como viejo, con el fin de iniciar una tertulia de interés social, literario o deportivo. No es amigo de que esta tertulia se desvíe hacía la política, y para evitarlo tiene un remedio infalible, subir el volumen de la música tan alto que hace ver a los tertulianos que tienen que cambiar de tema. Suelen producirse situaciones cómicas con el sillón y el que se levanta para ojear una revista rápidamente lo pierde en favor de otro que esperaba de pie ese momento. Villa, casi nunca intercede a favor de alguno, a no ser que sea don Julio, el párroco, que goza de algún privilegio y que es un habitual en estas tertulias improvisadas y de las que forma parte cualquier cliente que entre al establecimiento. Su visión comercial es un tanto peculiar y nunca será estudiada en ninguna escuela de negocios como sistema para hacerse rico. Los clientes pueden ojear las revistas cuanto quieran y el «si no queda satisfecho le devolvemos su dinero» ya hace años que se práctica en esta librería. «Te devuelvo esta revista que dice mi madre que no trae nada más que fotos de famosas que no conoce», le dice un cliente y él sin inmutarse contesta «ya te dije que no la compraras que estas revistas no valen para nada».

José Luis Villacorta es conocido también como el abuelo en el mundillo del fútbol sala por su edad, 54 años, su aspecto canoso y sin pelo, y por su languidez en las canchas deportivas locales, comarcales y provinciales. Aún hoy, y siempre fue así, llega puntual a la hora de los partidos y sigue fiel a su tradición de líder en la cancha y de compromiso. Acude a todas las convocatorias aunque ello le impida estar en su «tienda» y tenga que dejar a cualquiera de sus amigos, con la única recomendación de «ten cuidado con los cupones, no des el suplemento que hoy que no toca, el Diario reparte hoy la cartilla del coche; si tienes duda apunta, pero no dejes a los clientes sin atender.»

Esa es toda su preocupación: la atención al cliente. Y también el secreto para veinticinco años después la Librería Villa siga prestando un gran servicio a Sabero, seguro que por muchos años más.

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