Diario de León

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La arrogancia del agitador

MAÑANA LUNES SE CUMPLE SIGLO Y MEDIO DEL NACIMIENTO EN BILBAO DE MIGUEL DE UNAMUNO (1864-1936), EL INTELECTUAL MÁS REPRESENTATIVO DE LA ESPAÑA DE SU TIEMPO. divergnte

Imagen de Miguel de Unamuno de joven

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ERNESTO ESCAPA
León

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Novelista singular, dramaturgo de ideas y persistente además de excepcional poeta, el rector salmantino dejó testimonio de sus andanzas y cavilaciones en una obra apabullante, que no escatima a los lectores ninguna de sus angustias. Viajero impenitente, dejó constancia escrita de sus impresiones, a la vez que se permitía alardear de ser uno de los españoles que más capitales de provincia conocía. Ya en el verano de 1913, cuando firma su estampa de la «regia ciudad de León», anota que se trata de su quinta visita. Entonces la dibuja «vieja y recia», «henchida de recuerdos de nuestra historia, en una verde llanada de álamos» y destaca la suprema elegancia de la catedral, «que se abarca de una sola mirada y se comprende al punto», «los bordados de la piedra de San Marcos destacándose sobre un cielo limpio de ocaso» y la impresión más profunda de «la venerable basílica románica de San Isidoro, donde está el formidable panteón de los reyes de León».

PAISAJES ESPIRITUALES

Tres años antes, en un viaje de Oviedo a León, queda prendido de las «pardas nubes, almas de los montes». Seis sonetos recogen aquel tránsito leonés, con paradas en la capital y en Astorga. Ya en la Tercia, el paisaje fluvial del Bernesga acompaña la andadura del tren: «Te vi claro nacer entre las peñas / de la cumbre, brotando de la nieve, /y laborioso luego, tras de breve / jugueteo, mover ruedas de aceñas. / Prados riegas después, saltando breñas / lavas minas y arrastras su relieve, / y tu esfuerzo al caer es el que mueve / nuestra industria…». Para Unamuno, el campo es una metáfora y los paisajes expresan cualidades y estados de ánimo, porque «el hombre es la conciencia de la naturaleza».

Para muchos de sus contemporáneos, la poesía de Unamuno no pasaba de ser un aspecto secundario de su personalidad plural. Sin embargo, al cabo del tiempo, se va imponiendo su aprecio incluso como lo más valioso de su obra. Lírico tardío, manejó un sistema formal singular, que disonaba del tamborileo de la rima habitual, porque tuvo otras referencias. De Fray Luis y Quevedo, a Bécquer y Campoamor, en nuestra tradición; pero incorporando también influencias entonces desconocidas, como Leopardi o Coleridge. Esa forma inusual, que traduce la melodía dulce y algo monótona de los poetas ingleses, mejora su sonoridad cuando él recita sus versos: «dicen que cuando yo los leo, parecen otra cosa». Precisamente Rubén Darío valoró antes que nadie la novedad de su voz, a la vez que criticaba a los «verdugos del encasillado», incapaces de captar esa singularidad de su ritmo. Cancionero recogió póstumamente (en 1953) su diario intimista en cerca de dos mil poemas, mientras El Cristo de Velázquez (1920) ha acabado imponiéndose como uno de los monumentos de mayor envergadura de las letras hispánicas contemporáneas: «el mejor poema religioso de la lírica española desde el siglo diecisiete».

TENSIONES DE CONCIENCIA

Casado en 1891 con «la costumbre», fracasó en sus primeros cinco intentos de hacerse catedrático de Instituto y de Universidad. Su tesis había versado sobre el origen y prehistoria de la raza vasca y las tentativas opositoras fueron desde la Psicología, la Lógica y la Ética, hasta la Metafísica y el Latín. En 1891, obtiene la cátedra de Lengua y Literatura Griegas de Salamanca, con un tribunal que preside Menéndez Pelayo. Entre sus miembros, están el omañés Lázaro Bardón y el novelista Juan Valera, quien duda del conocimiento de Unamuno de la lengua griega, aunque confía en su capacidad para adquirirlo. Seis años más tarde, en el equinoccio de la primavera, la meningitis de un hijo, que le genera hidrocefalia irreversible, ocasiona su primera crisis existencial, que le lleva a pedir refugio a los dominicos de San Esteban. Allí pasa unos días, que luego prolonga en Alcalá durante la semana santa, bajo la tutela de un cura amigo de la infancia. Aquel tormento, que agita su voluntad de creer, pero siempre con la angustia de la duda, aparece en Nuevo mundo , una novela inconclusa que no verá la luz hasta 1994. Aquel año de la crisis verá la luz Paz en la guerra , relato galdosiano sobre la guerra carlista que lo dejó muy satisfecho. Sus novelas sucesivas tendrán ya una impronta diferente: Amor y pedagogía y Niebla marcan la deriva narrativa de Unamuno hacia la nivola, que se limita a la acción interior, sin atención a incidentes novelescos. Son relatos de ideas, que combinan la reflexión sobre el discipulazgo con la enmienda de lugares comunes, hasta culminar en San Manuel Bueno, mártir (1931), crisol del gran tema unamuniano de la fe, que se desarrolla en Sanabria, junto al espejo de soledades de su lago, en cuyo fondo duerme una ciudad sumergida.

VENCER NO ES CONVENCER

Su trayectoria vital aparece accidentada por crisis y episodios que alteran su apacible condición académica de catedrático salmantino. Ricardo Gullón considera su existencia como una sucesión de crisis, que vienen determinadas por el espíritu de contradicción: «fue católico ferviente, perdió la fe y luchó por recuperarla; pasó por herético siendo un alma encendida por la pasión religiosa y escindida entre la voluntad de creer y la imposibilidad de concordar razón y fe». Tres veces rector, acabará siempre destituido por sus opiniones políticas, que le llevan al exilio durante seis años. Sus últimos meses salmantinos constituyen una dolorosa travesía personal, desde la adhesión a la dignidad, que culmina en su enfrentamiento del 12 de octubre con el botarate Millán Astray. Porque en el templo de la inteligencia del paraninfo, él es el máximo sacerdote.

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