Diario de León

los muebles del mundo Ricardo Menéndez Salmón Seix Barrall. 2024

El contrapoder de la literatura

l Ricardo Menéndez Salmón habla de su nueva obra de narrativa, ‘Los muebles del mundo’

aeejandro cuesta

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León

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«La literatura, a través de las ficciones, tiene la capacidad de conformarse como un contrapoder»

antonio paniagua

P arece un contrasentido que el escritor Ricardo Menéndez Salmón anuncie que abandona el cuento justo cuando acaba de publicar en un volumen una selección de 21 relatos breves, Los muebles del mundo (Seix Barral). Es una muestra representativa de los mejores cuentos que ha cultivado en la últimas dos décadas, piezas de un quehacer literario que habían quedado arrumbadas por culpa de ediciones descatalogadas. Es paradójico que uno de los mejores autores de la distancia corta en narrativa renuncie al empeño, pero el prosista asturiano es honesto y asegura que el género ya no es a su juicio el medio más adecuado para interpretar la realidad. Absorto en un proyecto ambicioso de largo alcance, Menéndez Salmón mantiene intacta su admiración por Kafka y Cortázar como cuentistas, aunque este último le ha dejado de interesar en lo que atañe a su faceta novelesca y a sus artefactos más lúdicos.

—Anuncia que abandonará el cuento porque ya no le sirve para sus pretensiones narrativas.

—Me he dado cuenta de que en esta última década apenas he acudido al relato. Tal como está configurada hoy la realidad, me parece que el cuento no es el mecanismo narrativo más idóneo para intentar dar cuenta de ella.

—¿Su escritura es tributaria del legado de Cortázar y Kafka?

—Cortázar fue un escritor muy importante en mi educación, fue el primer maestro que leí con 14 o 15 años. Con los años se me ha vuelto lejano, no tanto por sus relatos, que me siguen conmoviendo enormemente, como por sus novelas. Ahora me cuesta releer ‘Rayuela’. El Cortázar más juguetón y lúdico no me interesa. El caso de Kafka obviamente es distinto, es un modelo, no al que uno aspira, porque nunca se va a alcanzar. Le admiro no solo por sus libros, sino también por su visión de la literatura, que concibe como una especie de sacerdocio. Kafka leyó y cartografió el mundo que estaba por venir. Los dos temas de Kafka son el miedo y la indiferencia, que son las dos grandes cuestiones del siglo XX.

—¿La literatura funciona como un contrapoder?

—La literatura, a través de las ficciones, tiene la capacidad de conformarse como un contrapoder, como un espacio donde poner en duda los discursos que nos llegan desde otras instancias. Es una herramienta de conocimiento que permite otras lecturas de la realidad. Los escritores tenemos el poder, gracias a nuestros textos, de confrontar discursos que están establecidos por otras vías.

—En sus cuentos trata de recrear la ilusión la oralidad, justo cuando parece que está más debilitada.

—A veces olvidamos que el origen de toda literatura está en la oralidad, que es anterior a la escritura. Es cierto que hay una especie de retroceso o repliegue de la oralidad frente a otro tipo de discursos, ya sean escritos o icónicos. Me agrada recuperar la idea de que el origen de cualquier relato se halla cuando alguien toma la palabra y obliga a un auditorio, por humilde que sea, a prestar atención.

—En su literatura es muy llamativa la inquietud por la Historia.

—Me intriga cómo la Historia nos interpela constantemente y determina, casi siempre, las historias con minúscula. De ello se deduce que nuestras vidas están determinadas, nos guste o no, por instancias que nos preceden, nos conforman, y de las cuales, en muchas ocasiones, es imposible escapar. Alemania e Israel

—¿La violencia que se vive hoy en el mundo guarda semejanzas con el periodo de entreguerras?

—La Historia no se repite de un modo idéntico, pero sí creo que hay partes que no se cancelan nunca. El modelo de Fukuyama, que defendía el fin de la Historia, lo cual era de una ingenuidad pasmosa, saltó por los aires en 2001. A la luz de la postura de Europa y de Estados Unidos hacia Israel, se confirma que seguimos presos de lo que pasó en nuestro continente a partir de 1933. Me impresiona por ejemplo que Alemania no se haya permitido la más mínima duda sobre la actuación de Israel en Gaza. Ello obedece al dolorísimo capítulo protagonizado por los alemanes.

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