Diario de León

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La periodista y socióloga Mireia García Contreras, que ha debutado con la novela ‘Las palabras calladas’, sobre la suerte que sufrieron los exiliados republicanos, considera que «el silencio nos ha amputado la memoria del exilio».

El silencio de los exiliados republicanos

l La periodista y socióloga Mireia García publica ‘Las palabras calladas’

Mireia García.

Mireia García.EFE

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Filandón

josé oliva

L as palabras calladas (Espasa) habla de la ruta de los exiliados, que escaparon de las represalias para caer en nuevas trampas, como la miseria, la enfermedad y el trabajo esclavo, a partir de las vivencias de seis personajes, tres de ellos en febrero de 1939, cruzando la frontera hacia el campo de Argelès-sur-Mer, en el sur de Francia, y los otros tres, descendientes de los primeros, que se encuentran por azar en la estación de tren de Portbou.

En una entrevista con Efe en el Museo Memorial del Exilio de La Jonquera (Girona), García Contreras señala que «la intención de este doble plano temporal era utilizarlos como espejos uno del otro, la memoria familiar callada de unos hombres y mujeres que vivieron la tragedia del exilio y sus peripecias, valor y emociones que afloran varias generaciones más tarde».

El tema principal de esta novela, añade, más allá de la guerra, del exilio y de la represión, es «cómo ha influido en las generaciones posteriores de aquellos represaliados el hecho de ser descendientes de víctimas, cómo se ha perpetuado ese trauma, de generación en generación, a pesar de los silencios».

Considera la autora que durante mucho tiempo se mantuvieron «muchos silencios, en unos casos por vergüenza, y en otros para no poner en peligro a sus descendientes, a sus hijos y sus nietos».

Pone el foco García Contreras en la circunstancia de que, «a pesar del silencio, la vergüenza y el trauma, la falta de autoestima es capaz de pasar de generación en generación».

Un abuelo represaliado

Por motivos personales conocía la represión franquista dentro de España, por su abuelo, un republicano socialista que acabó en el campo de trabajo de construcción del Valle de los Caídos, pero «desconocía por completo hasta hace unos quince años las aventuras que tuvieron que vivir cientos de miles de republicanos que tuvieron que cruzar la frontera». La novela está escrita en dos planos temporales, una parte que recoge las vivencias de esos exiliados, al finalizar la guerra, dura dos años de febrero de 1939 hasta febrero de 1941; y el segundo plano dura 24 horas en febrero de 2019. A los seis personajes protagonistas de esta novela coral les une, a decir de la escritora, «algún tipo de pérdida, algún tipo de exilio interior en el caso de los contemporáneos, mientras que los personajes de 1939 sufren un exilio físico, pero también emocional». Los personajes están construidos desde una profunda introspección psicológica y la doble trama enfrenta al lector a «la continuidad del tiempo y a la posibilidad de que un momento del pasado se reactualice en otro del presente». Su objetivo inicial era escribir una novela sobre un soldado republicano que atravesaba la frontera y en ese exilio se encontraba con «un país que no lo acogía y seguidamente envuelto en la Segunda Guerra Mundial», pero «el proceso de documentación hizo crecer la novela».

Al ganar músculo el texto, Mireia García fue más ambiciosa: «Quería dar voz a algunos de aquellos que tuvieron que abandonar su país y que no fueron recibidos con los brazos abiertos como esperaban, sino con mucho recelo».

Al afrontar su debut narrativo, tuvo como primeros referentes literarios Los girasoles ciegos , de Alberto Méndez, sobre la primera posguerra, y también Soldados de Salamina , de Javier Cercas. «Para mí, la escritura es contaminación, escribes sobre lo que lees, y no solo me he contaminado de libros sobre la Guerra Civil española o la posguerra, sino también de otros autores, como Pierre Lemaitre y su última trilogía sobre las guerras del siglo XX».

«Se mantuvieron muchos silencios, por vergüenza o para no poner en peligro a sus descendientes»

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