Diario de León

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Legislar sobre la IA en la animación

El desarrollo vertiginoso de la IA ha pillado fuera de juego a los profesionales del mundo audiovisual, entre ellos a dibujantes, ilustradores y editoriales del cómic, expectantes y cautelosos sobre cómo evolucionará una herramienta que, a pesar de su utilidad visual, puede cargar el diablo

Inteligencia artificial.

Inteligencia artificial.quique garcía

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Filandón

sergio andreu

A lejado de los circuitos comerciales, en los que prima la rentabilidad inmediata, algunos autores y editores que este fin de semana están presentes en el salón del cómic independiente GRAF en Barcelona coinciden, al contestar a EFE, en que es necesaria una regulación que defienda los derechos de los creadores de cuyos trabajos se nutre la IA, con aplicaciones como ChatGPT, para generar imágenes cada vez más perfectas. No obstante, están también de acuerdo en que el valor intrínseco de la autoría, del trabajo hecho a mano por dibujantes e ilustradores, les servirá de escudo frente el ataque de los clonadores de imágenes creadas artificialmente «y sin alma». «No es una cuestión sobre la IA. La lucha va en contra de la inteligencia artificial generativa basada en el expolio y el robo de miles de millones de datos, imágenes e ilustraciones y de arte creado por humanos con los que se entrenan esas aplicaciones. Estamos en contra de que no se regule a ese robot», argumenta el ilustrador afincado en Valencia Elías Taño, delante de sus trabajos, que muestra estos días en GRAF.

A unos metros de distancia, el dibujante vigués Andrés Magán («El buen ciudadano») comenta que en el cómic de autor están acostumbrados a hacerlo todo por sí mismos y que la IA tendría poca cabida: «otra cosa es el sector de la ilustración donde puede haber más problemas y ya hay gente reivindicando que no usen sus imágenes en esos bancos. Algo habrá que hacer, porque va todo demasiado rápido», añade. Para el barcelonés Albert Monteys («Matadero cinco») la polémica en torno a la IA tiene una vertiente ética — «se alimenta y saca rédito económico de miles de obras que tienen dueño sin que haya una legislación que lo regule»— a la que se suma la repercusión directa que tendrá o tiene ya en el mercado laboral. La pérdida de empleo como ha ocurrido en otros sectores (como en la traducción) con el desarrollo de nuevas plataformas y utilidades digitales está en la mente de todos en el sector. «Tengo amigos que les han echado porque la empresa para la que trabajaban se dio cuenta de que podían hacerlos con la IA. Eso está pasando ya, ahora mismo», critica la dibujante parisina Camille Vannier («Sexo de mierda»), muy tajante ante lo que ve una situación dramática: «Estoy a favor de que se apague internet, que deje de existir. Estoy harta de las redes. Era mejor antes, la verdad».

Desde La Cúpula, una de las «maisons» del «underground» en España, el editor Emilio Bernárdez, entiende que los lectores de cómic de autor, como los que pasan por el GRAF, «están buscando precisamente humanidad y cercanía con sus autores» y que no quieren ni oír hablar de libros hechos por una IA. «Pero sí, es posible que algunos cómics de superhéroes o mangas acaben haciéndose así», prevé el veterano editor que exige también medidas que protejan los derechos de autor de los creadores originales de los que se nutren las mal llamadas, a su juicio, inteligencias artificiales, y que pueden acabar precarizando un sector ya precario de por sí. Ante la nueva amenaza, la historietista Nadia Hafid («Chacales») defiende que hay que educar y explicar que tras un dibujo o una ilustración hay un profesional «con unas ideas, una manera de pensar, una autoría» y alerta de que ese trabajo sea expoliado sin reparo para generar «imágenes repetitivas y sin ningún valor artístico».

Los autores defienden que el público buscan humanidad y cercanía y que no quieren oir hablar de productos de IA

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