Diario de León

RÍAS BAJAS

de HÓRREOS Y MIMOSAS

galicia recibe al visitante, recién llegada la primavera, en un mar de mimosas y bajo la atenta mirada de una de sus construcciones más típicas

Por el clima húmedo de Galicia, se hacía necesario un lugar aislado del suelo y ventilado para guardar los productos del campo.

Por el clima húmedo de Galicia, se hacía necesario un lugar aislado del suelo y ventilado para guardar los productos del campo.

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La entrada en el paisaje gallego supone una inmersión en las líneas suaves de una visión de ondulaciones sinuosas inabarcables. En esta época, donde la primavera induce el despertar de la tierra, Galicia nos recibe en un mar de mimosas amarillas que invitan al balanceo en un colchón de flores inabarcable.

Las mimosas te siguen en los caminos y senderos haciéndote un pasillo de aroma dulzón, amable, inesperado y sorpresivo. Parece ser que fueron llevadas por primera vez a Galicia en el siglo XIX como plantas ornamentales, y son tan agradecidas que han terminado colonizando sus montes y laderas hasta convertirse en una plaga. La utilidad de sus troncos como tutores de las viñas —para las habas, o para quemar en la cocina— hicieron que las mimosas se multiplicaran de forma a veces indeseada. Para quien viaja, las mimosas constituyen un recibimiento real, dándole una bienvenida olorosa y visual insuperable.

Junto a ellas, y ya en suelo urbano, otra sorpresa floral de otoño e invierno en Galicia: las camelias. También son de origen externo, al parecer de China y Japón, donde su emperador decía que era la flor más bella que existe, pero se han cultivado y extendido tanto que ya se dice que es la flor representante de esa tierra.

En Galicia, las introdujeron los portugueses. Su nombre fue otorgado por Linneo en honor a un jesuita, Jorge José Kamel, que trabajó en las Islas Filipinas, aunque también se le llama rosa del Japón. Se dice que hay en Galicia más de ocho mil variedades de camelias.

No son muy exigentes en su cultivo y se han adaptado al clima suave y húmedo sin dificultad. Son delicadas en su riego: solo admiten agua de lluvia, o en su defecto agua del grifo con un poco de vinagre para mitigar el efecto del calcio, que les es muy nocivo. Su floración dura tres meses y al hacerlo en los primeros meses primaverales, la planta es la elegida por los particulares para decorar sus jardines o pazos y por los organismos públicos para adornar plazas, avenidas y jardines formando formas arbóreas caprichosas y de gran colorido y gracia. Sus flores en forma de rosa más abierta, tienen una gran belleza y variedad: blancas, rosadas, amarillas, de colores mezclados, y un sinfín de combinaciones, que han hecho que se desarrolle una variedad turística llamada ‘ruta de las camelias’, acordes con su significado: amanecer. Las flores de la camelia tienen gran tradición literaria, aunque la más famosa obra que las incluye es La dama de las Camelias de Alejandro Dumas para referirse a Margarita Gautier, y de cuya obra adaptamos una célebre frase: «No soy ni lo suficientemente inteligente para describirla como quisiera, ni lo suficientemente insensible para no intentarlo».

Y, finalmente, los hórreos. Por el clima húmedo de Galicia, se hacía necesario un lugar aislado del suelo y ventilado para guardar los productos del campo, concretándose en los hórreos. Su nombre viene del latín horreun, que se refiere a una especie de granero y lugar donde se guardan los frutos.

Hay representaciones del los hórreos desde el Siglo XIX en las Cantigas de Alfonso X el Sabio. Hay una enorme diversidad, pero los más frecuentes en Galicia son los rectangulares, también llamados galaico-portugueses, a diferencia de los asturianos que son cuadrados.

Son construcciones simples a las que se suelen añadir adornos en la cima como cruces, guardavientos, pináculos y otros elementos ornamentales variados. Están distribuidos por todo el amplio campo galaico, pero su concentración en las Rías Bajas es notable. Más notable y llamativo aún es su aglomeración justo ante el mar en una pequeña población de la ría de Pontevedra llamada Combarro. Realizados en piedra y/o madera tienen un porte majestuoso semejando pétreos espectadores de las locuras marinas a sus pies. En Combarro, los hórreos se encuentran agrupados, a veces de tres en tres, sobre la misma playa, recortando su silueta inconfundible y recordándonos el entorno más natural y hermoso de Galicia. Tiene esta localidad, además, un tipo de construcción tradicional de soportales en piedra y un buen número de cruceros, que hacen las delicias de un paseo por sus estrechas calles que transportan al viajero a un tiempo pasado y mejor.

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