Diario de León

Lo que escondía en el interior; el relieve del regreso de Egipto

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León

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|||| El Regreso de Egipto, de autor desconocido, es una de las pinturas más importantes del palacio. De autor desconocido, pertenece a finales del siglo XVIII y se hallaba en la sala principal de la primera planta. Según destaca Luis Grau, actual director del Museo de León, ocupaba el tercio central de la pared oriental correspondiente a la sala mayor de la planta noble del palacio en una hornacina. La obra presenta los estereotipos del asunto: la Sagrada familia (María, José y Jesús); la acémila asoma tras ellos y carga sus enseres. El paisaje natural enmarca la acción en el que contrasta la rudeza del terreno pedregoso (se supone la travesía del desierto) y la presencia de árboles y la gran palmera central, posibles indicios de un oasis. A ambos lados, la representación sintética de dos ciudades pueden sugerir el inicio y destino del viaje o, quizá, el cambio de planes a última hora que les haría recalar finalmente en Nazaret. Las tres figuras que ocupan el espacio central remarcan la axialidad de la composición, que proyecta en altorrelieve su volumetría al exterior, intención que se subraya gracias al estípite de la palmera y a la disposición en aspa de los troncos de los árboles, que vierten la atención en aquellas. Policromía La policromía, quizás no la original, -puede ser que la superficie actual sea una una pintura oleaginosa, tersa y sólida, que se aplicó, con menor éxito en su coherencia, también en las paredes laterales y del arco- resalta los contrastes lumínicos e icónicos. Los colores fríos y oscuros (mantos, cabellos, tocados, pelaje de animal, vegetales...) se sitúan correcta y hábilmente junto a los cálidos (túnicas, piel, celaje y montes, edificios y rocas). En los muros laterales se pintaron nichos arquitectónicos coronados por entablamentos de curvaturas y ornatos característicamente tardobarrocos que cobijan sendos copones pétreos, también pintados, rellenos de mazos de flores y hojas verdes. Sobre éstos y en todo el intradós, querubines (cabezas aladas en número de seis parejas a cada lado) y la paloma del Espíritu Santo en la clave remarcan y reafirman el sentido no cotidiano sino premoritorio de la escena. En cuanto a las ciudades, bien pudiera tratarse de Egipto y Jerusalén, lugares de origen y destino, o bien, tal y como reconocen las fuentes canónicas y las apócrifas, las ciudades de Jerusalén, en la tierra de Judá, idea inicial del retorno, y Nazaret, en Galilea, lugar donde finalmente recalarán los personajes para evitar la cólera de Herodes.

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