Diario de León

El Ermitaño, buen vecino gastronómico

Cocina creativa a partir de los viejos platos tradicionales en un marco incomparable

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MARCELINO CUEVAS | texto
León

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Benavente es una prolongación de la provincia de León. Sus habitantes visitan más asiduamente la capital leonesa que la propia Zamora. Hablando de gastronomía nos encontramos en esta industriosa villa con una de las referencias más interesantes de la cocina del noroeste peninsular: El Ermitaño, con galardones como la Estrella Michelín o el Sol de Campsa. Se encuentra este restaurante enclavado en plena naturaleza, en un marco histórico, arropado por muros del siglo XVIII, Y como testigo singular, su ermita, restaurada con la ternura de devolverla a su siglo. Rincones verdes, zonas de ocio y la sencillez propia de un paraje zamorano. « Comenzamos nuestra andadura el 27 de octubre de 1989 - explica Pedro, uno de los hermanos Pérez Alonso, regentes del establecimiento- de la mano de nuestros padres Manuel y Hortensia, quienes se guiaban por el buen paladar de los guisos tradicionales. Los primeros dos años, los fogones del Ermitaño fueron testigos del cariño de nuestra madre y de cocineros del día a día, sin inquietudes, pero con el cariño por los buenos aromas, por las excelentes materias primas y por la sencillez de la cocina tradicional, típica y sabrosa. Este tiempo nos enseñó a apreciar la cocina fuera del mandil de nuestra madre y comenzamos a interesarnos por la inquietud de la cocina evolucionada. Primero fui yo, comencé con 23 años y poco más tarde mi hermano Oscar, que por entonces era todavía demasiado joven. Empezó nuestro interés por conocer, ver, visitar y leer todo aquello que los grandes maestros nos dejaban aprender, Pedro Subijana, Juan Mari Arzak, Ferrán Adriá, Martín Berasategui... La docencia la conseguimos a través de fotos, libros, artículos, cintas, todo lo que nos permitía discurrir y pensar sobre el placer de cocinar. El comienzo, como en todo en esta vida, fue duro, porque estudiar y trabajar se hace pesado, pero poco a poco fuimos haciendo cosas que nuestros clientes entendían y elogiaban. En 1995 la crítica ya nos reconocía algún que otro mérito. Nuestra cocina es desde entonces la unión de la tradición con la evolución de nuestros días y la osadía de pensar que no tiene fin. Intentamos que casi todas las materias primas que utilizamos sean de de nuestra tierra, de las provincias de Zamora y León». En febrero de 2000 un incomprensible incendio devoró gran parte de El Ermitaño. «Solo el cariño de nuestros clientes y amigos -comentan- hizo posible que nos olvidáramos de esa fatídica noche y volviéramos a reconstruir el restaurante que, por fin, en marzo de 2001 reabrimos». El Ermitaño tiene una carta de platos tradicionales «el lechazo asado nunca puede faltar en ella», y otra que cambia cada estación y en la que estos emprendedores hermanos derrochan imaginación y buen hacer. En su menú degustación clásico nos encontramos con un aperito que presagia buenos acontecimientos, El queso de oveja zamorana con aceite de oliva, membrillo y nueces, una panoplia de sabores y texturas que predispone el apetito. Tres entrantes forman el siguiente capítulo. Los canutillos de cecina rellenos de hígado de pato semicocido con dulce de membrillo. Ellos aseguran que esta combinación que ya es famosa en todo el norte de España, es invento suyo y la verdad es que la hacen con gran rigor estético y una cuidadosa estrategia de sabores. Después El hígado de pato tostado con dulce de vino tinto de Toro y uvas pasas. Otra combinación perfecta. Y cierran gloriosamente la página Los huevos de corral con chichas salteadas, cremoso de patata ahumada y crujiente de pan. La sencillez suprema de unos huevos con picadillo, cuando pasa a través del tamiz de la nueva cocina se convierte en un bocado digno de dioses. Inconmensurable. En el capítulo tres, el pescado, con un homenaje a las tierras de Benavente en forma de Bacalao con manitas de lechazo guisadas, panceta crujiente y aceite de perifollo. En este plato se aprecia la gran calidad de la materia prima que emplean y el buen trato que le dan, el bacalao enormemente jugoso y el acompañamiento perfecto en el fuerte contraste. En el apartado de carne El lomo de ternera salteado de setas silvestres y jugo de miel. Exquisita la salsa de setas con el agudo sabor silvestre de la miel, pero la carne un poquito sosa. Los dos postres que ponen broche a la celebración gastronómica, también obtienen una alta calificación, tanto por su elaboración como por su presentación. En la crema de quesos de cabra con chocolate blanco, dulce de Pedro Ximénez, uvas pasas y crujiente de piñones, se demuestra que si el queso de cabra está bien trabajado no tiene porque disfrazar todo lo demás con su fuerte sabor. Y en el segundo, La ensalada de naranja al oporto con chocolate negro, juliana de cítricos y crujiente de mandarina, se repite el buen hacer y el plato se convierte en un ramillete de sabores y sensaciones, algo así como unos dulces fuegos de artificio, que ponen fabuloso colofón a la comida. El servicio estupendo, la relación calidad precio buena, aunque resulta un poquito caro, y detalles como una carta especial para los niños, que demuestra que en El Ermitaño todos son bien recibidos. 1397124194

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