Diario de León

«Los grafiteros somos escritores»

Aerosoles, rotuladores y plantillas dejan en ocasiones al descubierto auténticas obras de arte en las paredes de la ciudad. Un colectivo que se mueve entre el arte mural y la pintada, que sólo destroza las paredes

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CARMEN TAPIA | texto
León

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Rebelde y urbano. No son pintadas, es arte. La estética del hip hop se traslada a las paredes para provocar y comunicar. «Que la gente lo vea, que coma», dice uno de los grafiteros de León, de 16 años, que se niega a que se publique su firma, «puedes poner que nosotros tres» - para hacer este reportaje acudieron tres grafiteros - «nos llamamos los fulana¿s club, somos un grupo». La firma es la seña de identidad de estos artistas callejeros, «cuanto más gente sepa tu nombre más fácil puede ser que te pillen. La idea es darte a conocer, pero sin ser conocido, la gente tiene que valorarte por tu estilo, yo no pinto para nadie, pinto para mí», dicen. Cargados con mascarillas, guantes, rotuladores, plantillas y «cualquier cosa que deje una mancha en la pared, no hay reglas» van en busca de un muro abandonado, una pared vieja o un tejado poco accesible. «Somos escritores», se definen, «a veces estoy en casa estudiando y siento la necesidad de salir a la calle a pintar, no sé, me libero, me encuentro mejor, me gusta» - dice uno de ellos- «desde pequeño me ha gustado pintar, un día vino un amigo con un spray y desde entonces ya llevo cinco años pintando». El grafiti es letra, dibujo y color. Es una forma de expresión para lograr el asombro del espectador, un grito en una pared, una manera de reivindicar el espacio, de protesta a través de la cultura del aerosol. «En León hay mucho toyaco, toys, que son los chavalines que empiezan y lo único que hacen es imitar. Lo importante es que cada uno tenga su propio estilo. Hay poca gente que controle y los que lo hacen ya son mayores, de 25 ó 26 años. Cuando eres mayor y tienes una familia, lo dejas», dicen. El Ayuntamiento de San Andrés sigue una estrategia que, según el concejal de deportes de este municipio, Óscar Álvarez, beneficia a las dos partes. Un grupo de grafiteros tiene el encargo de pintar las paredes de la zona deportiva de la localidad, así los artistas disponen de muros para dar rienda suelta a su arte y rebajan la necesidad de hacer pintadas que ensucian las paredes de la ciudad. Ellos se quejan de que a veces tienen que comprar los aerosoles - cuestan 3 euros cada bote-. Los paseantes agradecen esta iniciativa y valoran la calidad de estas pinturas controladas, pero no están de acuerdo con las pintadas con las que algunos colectivos «regalan» a los ciudadanos en zonas comunes de la ciudad. «Nosotros respetamos los monumentos, es nuestra ciudad y sabemos que hay que cuidarla, sólo pintamos en las paredes o muros abandonados», dicen. Pero no siempre es así. El ADN del grafiti es la rebeldía. Las letras y los dibujos son un mensaje contra el sistema. «La cosa es que no te pillen, el tema de estar en la calle pintando sin permiso es que tienes que hacerlo rápido, con un ojo pendiente para que no te vean porque es delito». Pero esta necesidad de expresión tiene unos costes para las cuentas públicas. El Ayuntamiento de León gastó en el 2006 128.600 euros en limpiar las pintadas de la ciudad, una cifra que sube hasta los 270.000 euros si se añade la reposición de material urbano que otros colectivos vandálicos aprovechan para destrozar. Entre León y San Andrés hay cinco grupos organizados de grafiteros formado por cuatro jóvenes cada uno con edades que no superan los 27 años.

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