Diario de León

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patidifusa

La ciudadanía está parada de asombro... ni el adelanto del cobro del ibi ha logrado enfadar a la resignada población contribuyente

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León

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Con la escasez de médicos que hay y la sobreabundancia de políticos y políticas parece que la decisión de la ya ex concejala María Jesús de la Puente de retornar a su consulta es la mejor. Primero: porque ha dejado claro que no pensaba salir elegida y claro, estaba desconcertada. La victoria por goleada del PP sorprendió desde el Paseo de Salamanca de León hasta la calle Génova de Madrid, pasando por Herrera. Segundo: porque como no estaba en sus planes entrar en la política seguramente no había hecho las cuentas. Tercero: No hizo las cuentas porque se da por hecho que en política todo sale a cuenta. Del ciudadano y la ciudadana, claro.

Ahí está, ahí está... la resignada y silente ciudadanía a la que el Ayuntamiento de León, por orden de Emilio Gutiérrez, se le adelanta el cobro del segundo recibo del IBI una mensualidad y no sale en avalancha a la Oficina de Información al Consumidor —que funciona y bien— a reclamar o al menos a ejercer el derecho al pataleo por el atraco en uno de los meses con más gasto para las familias. Sí, el Ayuntamiento de León debe mucho; 400 millones de euros, una inmensa bola de nieve que empezó a rodar y engordar en la época de las pesetas. El consejo de alcaldes debería hacer acto de contrición por la bola de la deuda. Por pasársela unos a otros, engordarla y mentir mandato tras mandato sobre su origen.

Ahí está, ahí está... la ciudadanía quejosa que dejó hacer en la avenida Fernández Ladreda dos obras en menos de un año (total, un millón de euros de nada) y ahora se da cuenta de la perogrullada: que deshacer las restricciones circulatorias atraería más coches y todo el mundo sabe, hasta la clase política durante la semana de la movilidad lo repite cual papagayo, que el tráfico es perjudicial para la salud y para la convivencia.

De aquellos polvos, es decir la ausencia de mecanismos de participación ciudadana reales y la indefinición en el proyecto de ciudad (y de movilidad) que queremos, vienen estos lodos. Todo el mundo tiene derecho a decidir sobre los adoquines que se colocan o se quitan, cada dos por tres, en esta avenida que es de todos y todas, incluidas las ovejas, que para eso es Cañada Real. Fernández Ladreda es la cabecera de la Cañada Real Occidental una de las nueve cañadas reales que hay en España. Ni más ni menos. Un corredor ecológico en los años de esplendor de la trashumancia —no hay mejor abono que el de las ovejas— y uno de los focos más contaminados de la ciudad a día de hoy por la intensidad del tráfico.

Pero la locura política desconfía de la participación real. Esa concejalía que ahora anda de mano en mano y que nadie sabe que hacer con su nombre. Y la locura política no admite proyectos sólidos. Prefiere las reuniones para ésto y para aquéllo; con unos y con otras. Con aderezo de sermones paternalistas. Y proyectos megalómanos que luego no hay quien sostenga.

León, una ciudad de dimensiones ideales para desarrollar un plan de movilidad sostenible, tiene las calles manga por hombro y el transporte público relegado a segunda categoría. Y una oficina de transporte (que no de movilidad) medio escondida y lúgubre en la calle San Agustín, 1. Claro que a caballo regalao ... (la paga la empresa concesionaria del transporte) sí habría que mirarle el diente.

Por no tener, ya no hay disponibles ni tarjetas de movilidad. Se han acabado, dicen secamente a la ciudadanía. ¿No será que van a cobrar por ella? Aprovechen para sacarse el carné de préstamo de bicicletas... O cambiarse a otro municipio del alfoz ahora que, por fin, ya cuentan con la tarjeta metropolitana de transporte. No vayan en avalancha que la oficina está en precario (una empleada) y con horario reducido. Y cuidadín con las comisiones bancarias, que a lo mejor no sale a cuenta el descuento. Así está la ciudad. Inmóvil. Patidifusa.

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