Diario de León

Una herida en la masacre aún sigue hospitalizada en estado vegetativo

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ramón gorriarán | madrid
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Laura Vega tenía entonces 26 años e iba, como todos los días, de la localidad madrileña de Parla a la estación de Nuevos Ministerios a tomar otro tren para ir a su trabajo. Pero en Atocha, las bombas pusieron punto final. La explosión le arrebató parte de la cara y el cerebro. Desde entonces está en estado vegetativo en un hospital de Madrid. Es la única herida de aquellos atentados que diez años después sigue ingresada.

Su hermano Álvaro declaró durante el juicio que «no tiene capacidad de movimiento, de voluntad, de comunicación, de expresarse, no puede hacer ningún tipo de actividad por ella misma». Ahora, dijo, «es un cuerpo rígido» al que le falta parte del «frontotempoparietal del cráneo» y de la cara. Pero sufre, tiene dolores. Por ejemplo, cuando bosteza «se le pone la cara roja», sonrojo que su hermano atribuye a que «algún tendón en la cara no le ha quedado bien y le cuesta que la mandíbula vuelva a su sitio». También sufre, relató Álvaro, cuando tose, cuando vomita y hasta «cuando se la mueve» porque tiene las extremidades doloridas por la inactividad.

Laura es la única de los 1.991 heridos, conforme al recuento hecho en el juicio, que sigue en un centro médico. Pero más de un centenar tienen severas secuelas físicas. Siete están en estado de gran invalidez y requieren la asistencia permanente de otras personas para moverse; 82 son incapacitados permanentes absolutos o totales; y 28 tienen una incapacidad parcial.

El resto hace vida más o menos normal, pero no todos. Casi 200 personas necesitan atención psicológica.

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