Diario de León

ALBINA PÉREZ FERNÁNDEZ PROFESORA JUBILADA. represaliada de la fue

«En los años de más hambre redimí cárcel por un curso de cocina»

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ana gaitero (texto) | f. otero perandones (foto)

Sólo quedan Albina Pérez Fernández (León. 1925) y Nicolás Sánchez Albornoz (Madrid, 1926). Son los únicos supervivientes de los 14 universitarios de la FUE (Fundación Universitaria Española), reivindicativa organización estudiantil proscrita durante el franquismo, detenidos en abril de 1947, juzgados y condenados en un consejo de guerra por rebelión militar.

La leonesa ha vivido discretamente en su ciudad natal desde que regresó de Madrid a finales de los años 40. Se casó con un químico y tiene tres hijos que le han dado cinco nietos. En 1990 se jubiló como profesora en el Instituto Legio VII. La mediación de su sobrina Esther y la sugerencia de Ernesto Escapa abren las puertas de su casa para la entrevista y el retrato.

«¿Republicana? Imposible, ¡si lleva medias!». La anécdota se la contaron a Albina cuando salió de la cárcel de Ventas de Madrid, en mayo de 1948, después de 441 días (casi 14 meses) entre rejas. El profesor Antonio Ballesteros Beretta no podía creer que aquella muchacha, una excelente estudiante de Filosofía y Letras que sacaba matrículas de honor, fuera «roja y republicana».

—«Y a mucha honra»—afirma 69 años después de aquel episodio. Eran republicanos con la esperanza de cambiar el país sumido ya en una dictadura larga.

Pero lo que cambió poco después del armisticio fue su vida. A raíz de la famosa pintada— ¡Viva la universidad libre! FUE— realizada en el ábside la Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense. Las letras eran un misterio porque de noche no se veían.

—«Era una pintura muy buena y además se fijó con nitrato de plata. Por eso no se veía por la noche. Tuvieron que picar para quitar la pintura, pero resulta quedó grabado el cartel».

Albina, tras estudiar el bachillerato en León, fue a Madrid a hacer la carrera de Filosofía y Letras en 1942. En la facultad conoció a Nicolás Sánchez-Albornoz, con quien fraguó una amistad que dura hasta hoy. Fue él quien le presentó a otros miembros de la FUE como Manuel Lamana, Carmelo Soria, José Carreras...

—«Yo no estuve en la pintada, ni Mercedes Vega tampoco»— asegura Albina. Su versión contradice a Manuel Lamana, autor de Otros hombres, quien cuenta que había dos mujeres por allí cuando pintaron la pared con el subversivo mensaje. Esta novela inspiró la película Los años bárbaros sobre la fuga de Lamana y Nicolás Sánchez-Albornoz de Cuelgamuros, donde cumplían condena en trabajos forzados por este episodio de la FUE, durante la construcción del valle de los Caídos. El arquitecto Pablo Pintado, que en 2005 se declara autor de la pintada, cita los nombres de Albina y Mercedes y aseguró que la segunda, estudiante de Químicas, proporcionó la fórmula mágica para hacerla invisible.

Sea como fuera, al cabo de un mes de aparecer aquel grito de libertad, «fuimos cayendo uno detrás de otro hasta que se paró». A Nicolás Sánchez-Albornoz le detuvieron en Barcelona durante el viaje de estudios. Se libraron José Carreras, que era el que tenía los sellos y tampones de la FUE, y Carmelo Soria, que se escapó y salió fuera de España.

—«Soria tuvo peor suerte. Le mataron en Chile después del golpe de Pinochet, tras sufrir muchas torturas».

Tampoco fue arrestado Eugenio de Nora, el autor de Pueblo cautivo y amigo de Gamoneda en los años del bachillerato en León, cuando frecuentaban la biblioteca Azcárate de Sierra Pambley con don Antonio González de Lama, junto a Pereira y Josfefina Aldecoa.

El 8 de abril de 1947 Albina fue detenida en casa de su tía, donde residía en Madrid.

—«Veníamos Carmen (su hermana) y yo del Ateneo y vimos un policía en la puerta. Mi hermano Esteban cenando arriba. La verdad, no me pegaron, aunque sí me hicieron vejaciones. Nos tocó el juez Eymar y después de tomarme declaración me dio una palmadita que era para haberle dado un tortazo, pero cualquiera se atrevía. Y el comisario Conesa se empeñó en que yo era novia de Nicolás Sánchez Albornoz y me dijo: Ya encontrarás novia en la cárcel».

El sumario 140.189 del Juzgado Especial de Delitos de Comunismo y Espionaje se cerró con condenas de uno a ocho años.

—«A mí me condenaron a dos años de cárcel, el doble de lo que pedía el fiscal. Aquel juez era terrible, era la antítesis de lo que debe ser un juez».

Enrique Eymar Fernández era militar y ejerció en el juzgado Militar Especial para los Delitos del Espionaje, Masonería y Comunismo durante la dictadura de Franco. Desde 1964 se ocuparía del Tribunal de Orden Público.

—«Fuimos juzgados por rebelión militar. Es el colmo porque los rebeldes eran ellos, pero eso se mantuvo durante toda la dictadura. La última a la que iban a juzgar por rebelión fue Pilar Miró por la película ‘El crimen de ‘, menos mal que aprobaron la Constitución y ya no le tocó».

El peor recuerdo que guarda de aquel episodio es la llegada a la cárcel de Ventas después de varios detenida en la siniestra sede de Gobernación de la Puerta del Sol. Miedo nunca tuvo. Pegaron a algunos compañeros, pero sobre todo oyeron los gritos de los obreros detenidos allí.

—«A los estudiantes nos tenían un poco de respeto. En Comisaría era un cuarto con un catre. Yo sólo tomaba el café o lo que nos daban por la mañana, que era un caldo de por ahí. Había un policía que era el bueno y me decía: Tienes que comer, tienes que comer… Tus amigos están comiendo mucho. Lo peor fue al llegar a la cárcel. El primer día lo pasé tirada en el suelo al lado de un váter, oliendo aquello a pestes».

Con el tiempo y la ayuda de los primos, que le llevaban la comida en un pote dos veces por semana, se hizo al ambiente, Nunca olvidará las manos «secas como escamas» de las presas comunes cuando jugaban al corro en el patio. «Era la pura pobreza». La cárcel de Ventas había sido inaugurada en tiempos de Victoria Kent durante la II República.

—«No estaba del todo mal. Yo estaba con otras dos chicas jóvenes en la celda. Teníamos el petate, una especie de colchoneta que de día teníamos recogido como un sillón y de noche extendido. Las funcionarias no se portaban mal, aunque eran malos años todavía».

Albina redimió parte de la condena gracias a un curso de cocina impartido en la cárcel por la Sección Femenina:

—«Era un sarcasmo que en los años de más hambre y en aquella cárcel donde se hacían potajes horribles nos redimieran condena con cursos de cocina».

Conserva el cuaderno con las recetas, nunca las puso en práctica, y los sellos de la prisión de Ventas con el emblema de la Falange impresos en cada una de las páginas, amarillentas y ajadas por el paso del tiempo.

—«En la cárcel teníamos relativa libertad... Hacíamos hasta obras de teatro».

A veces daba clase a otras presas pero no era frecuente porque «en aquella época ya no había tanto analfabetismo». Recuerda a unas mujeres que fueron detenidas por «ayudar a los del monte» y a Juana Doña, la última condenada a muerte que gracias a la intercesión de Eva Perón fue indultada aquel año de 1947, durante la gira que hizo por España la primera dama argentina. El tiempo en la cárcel lo aprovechó para estudiar. Esa fue una ventaja que nunca deja de ponderar y, sobre todo, que les permitieran terminar la carrera al salir. A partir de los años 50 y sobre todo de las revueltas estudiantiles del 65 a los estudiantes se les impedía continuar los estudios.

— Yo creo que no se dieron cuenta. Cuando salimos, afortunadamente todos los profesores se portaron bien, sobre todo Montero Díaz. Algunos ni siquiera me examinaron, me respetaron la nota. Yo era una buena alumna, tan buena que don Cayetano Alcázar, que era profesor mío, una vez que me tuvo que hacer un examen para matrícula de honor me dijo: Como lo ha hecho tan bien, pues ahora a corregir. Encima, el premio que me dio fue corregir los exámenes de las compañeras. También se portaron muy bien los compañeros y compañeras. Por ejemplo, la hija de Jiménez Caballero, Chicolina, que era amiga mía, se portó estupendamente, no tanto Titina Aznar, la tía de Aznar, el que presidente.

La detención de Albina no fue una novedad para la familia.

—«A mi padre le metieron en la cárcel sin haber hecho nada cuando la guerra. Yo por lo menos hice algo. cuando fueron a detener a mi padre primero registraron la casa. Mi madre y mi padre tenían un póster de la República, horroroso y mi madre le dijo al capitán: Es que somos republicanos. El capitán le contestó: Señora, republicanos somos todos. Pero resulta que no, de republicanos nada».

Tenía 11 años cuando se produjo la rebelión militar. Recuerda que dos días después, el 20 de julio, estaba leyendo tebeos frente a la puerta de su casa en la calle La Paloma y vio a los soldados en la Catedral. Entró en casa a decírselo a su madre «y casi me pega». Nadie daba crédito. A don Jacinto Sánchez Puelles, autor de los planos del Ensanche, que tenía 90 años y estaba sordo como una tapia, le mataron por asomarse al balcón de casa. Los soldados rompieron algunas vidrieras de la Catedral y se hospedaron en el Seminario Mayor durante toda la contienda. A Esteban Pérez, el padre de Albina, le trasladaron de la cárcel a San Marcos.

—«Menudo susto. Sabíamos que de allí les sacaban a pasear, los mataban. Y no avisaban. . Un día me dejaron entrar con un bocadillo para llevárselo porque mi madre conocía a uno de los guardias civiles. Pasé porla gran sala con el artesonado, que es estupendo, al claustro y aquello era una alfombra de hombres. Estaba lleno»,

Su madre logró sacarle del campo de concentración pagando. Pagó por Esteban y por otro hombre. Pero les cerraron el bar y se fueron a vivir a la zona de La Candamia. Albina terminó el bachillerato y se fue a estudiar a Madrid. En León no era una rareza que estudiaran las chicas:

—«Había mucha tradición. No sé si fue por Sierra Pambley, pero fuimos bastantes a estudiar a Madrid. Sí, muchas vivían en la Residencia de Señoritas. Yo estuve en casa de mi tía. Mis padres no se lo podían permitir».

En la universidad conoció a Nicolás Sánchez-Albornoz y quisieron refundar la FUE, que como todas las demás organizaciones democráticas, sindicatos y partidos, se había prohibido tras el triunfo de la dictadura. La FUE se creó en 1926 y tuvo una gran actividad durante la II República, muchos de sus integrantes participaron en las Misiones Pedagógicas.

Albina está convencida de que la enseñanza fue uno de los detonantes del alzamiento contra la República que cumplirá el 80 aniversario el 18 de julio.

—«Franco sabía muy bien lo que hacía con la enseñanza. Cuanto más burros éramos los españoles mejor para él. En realidad, una de las causas de la rebelión militar fue la educación que estaba haciendo la República española. Por eso la represión contra los maestros fue brutal. Los que han mandado siempre consideran que son los elegidos, que los demás somos estiércol puro».

Ella considera que la educación es esencial para un país:

—«Una educación en condiciones es clave para un país, para la gente y para la movilidad de la sociedad porque no pueden ser listos todos los hijos de los ricos y tontos todos los hijos de los pobres»

Al terminar la carrera pudo quedarse en Madrid como ayudante de facultad pero desistió porque no pagaban y en su casa no había medios. A finales de los años 40, tras hacer los cursos de doctorado, regresó a León. Enseguida la llamaron para dar clase en el instituto femenino y masculino, para trabajar como interina gratuita «a petición propia», decía el contrato, aunque no era verdad.

—«Mi madre me dijo: Vete y así coges un poco de preparación».

Sus alumnos de aquella época le dicen que con ella entró en el instituto un soplo de aire fresco en un ambiente dominado por los curas y gente afín al régimen.

—«Abrimos la biblioteca para que pudieran leer y usar algunos aparatos de proyecciones, hacíamos visitas a San Marcos, la Catedral, el mercado».

Nunca tuvo problemas por sus antecedentes, aunque algunos compañeros la llamaban socialista. Y nunca ocultó su historia. En 1953 entró a trabajar como bibliotecaria en Antibióticos, donde estaba su amiga la química Mercedes Vega, también detenida por el episodio de la pintada.

—«En la cárcel, Mercedes estuvo en la enfermería todo el tiempo. Tomó amistad con uno de los curas, don Joaquín, que era secretario del arzobispo de Madrid, Morcillo, y se enamoraron. En Antibióticos como lo sabían perfectamente, yo era la amiga de la novia del cura. Y era verdad».

Vivió en sus carnes la represión del régimen como estudiante comprometida con las ideas de libertad y también como mujer. Al casarse, en 1958, fue despedida de Antibióticos sin siquiera indemnización.

—«A mí, casi como un favor y de extranjis me dejaron un tiempo más, hasta que nació mi hijo Luis».

No fue la primera vez que se topó con las discriminaciones que el régimen infrigía a las mujeres, :

—«Una vez fue a inscribir a mis hijos en el pasaporte y me dijeron que sin permiso de mi marido no podían. Los pusieron en su pasaporte sin ni siquiera estar allí».

Mantiene la amistad con Nicolás Sánchez-Albornoz. Cuando éste se fugó de Cuelgamuros en 1948 y llegó a Francia le envió un libro para decirle que estaba bien. Luego perdieron el contacto y en 1976 cuando regresó a España con su padre vino a verla a León.

Albina pasa sus 91 años con la compañía de los peces y los libros. Sin resentimiento hacia el pasado.

—«El rencor sólo sirve para fastiarse a uno mismo».

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