Diario de León

Cospedal tira la toalla acorralada por las grabaciones de Villarejo

Renuncia a su escaño en el Congreso, Casado avisa de que en el PP no caben conductas así.

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RAMÓN GORRIAgÁN | MADRID

Dos días después de dejar el comité ejecutivo nacional del PP, María Dolores de Cospedal renunció a su escaño en el Congreso. Acorralada por la filtración de sus conversaciones con José Villarejo, la exsecretaria general de los populares aseguró en un comunicado que no ha hecho «nada» de lo que se sienta «avergonzada» porque «nunca» ordenó «espiar a nadie». Sólo se arrepiente de haber pedido ayuda a su marido para contactar con el excomisario.

Pablo Casado y la dirección del PP resoplaron de alivio al conocer la decisión de Cospedal. El líder popular conocía de su decisión porque había hablado con ella antes de que hiciera pública la renuncia. En los últimos días él, el secretario general del partido, Teodoro García Egea, y el vicesecretario de Organización, Javier Maroto, han conversado en varias ocasiones con la que fuera número dos del PP durante una década y le hicieron ver la conveniencia de su dimisión. Dejar el comité ejecutivo nacional no dejaba de ser un gesto menor dado que era un cargo honorífico sin relevancia política. Sacrificio insuficiente, a juicio de la dirección del partido, para reparar el daño causado por sus conversaciones con Villarejo en las que habló de investigar a compañeros (Javier Arenas), adversarios, el hermano del socialista Alfredo Pérez Rubalcaba y hasta implicó a Mariano Rajoy, del que dijo que estaba al tanto de sus tratos con el excomisario. Extremo este último negado con rotundidad por fuentes muy cercanas al expresidente del Gobierno y del PP.

CLAMOR INTERNO

La petición de renuncia al escaño era un clamor interno. Casado sabía que se encontraba ante su primera prueba de fuego doméstica desde que asumió el liderazgo del PP en julio pasado. Se movió entre «la ecuanimidad», según sus palabras, y la demostración de que la formación entraba en una nueva etapa de regeneración en la que no se iban a tolerar comportamientos «que puedan abochornar» ni a repetir los errores del pasado. Las explicaciones de Cospedal eran insatisfactorias para el líder popular, pero la exsecretaria general no acababa de coger la puerta de salida que le señalaban en la séptima planta de la calle Génova de Madrid, el territorio noble del partido que controló sin fiscalización alguna durante una década.

Todavía el lunes por la tarde, poco después de renunciar al comité ejecutivo, se negaba a dar más pasos. «Que no, que no, ya os he dicho que no», se revolvía para negar que fuera a dimitir. La exasperación crecía en Casado y su núcleo duro, que no querían repetir una escena grotesca con presiones, lágrimas e insultos, como ocurrió con Rita Barberá. Hasta que ayer, cuando el agua de las conversaciones grabadas por Villarejo ya alcanzaba a Rajoy, Casado y su equipo dieron un puñetazo en la mesa antes de viajar a Helsinki a una reunión del Partido Popular Europeo, y Cospedal cedió.

SÓLO ESCUCHÓ

La exsecretaria general emitió un largo comunicado de dos folios con letra apretada en el que, primero, se justifica porque no fue un error su «interlocución» con Villarejo, al que presenta como «responsable de una empresa autorizada por el Ministerio del Interior». Con el excomisario, explica, se limitó a «escuchar y pedir aclaraciones» en sus primeros meses como responsable del PP. Sostiene que ella no buscó el contacto, fue él «quien acudió a mí para ofrecerme información».

Ahí, admite, cometió su único error porque implicó a su marido, Ignacio López del Hierro. «Me equivoqué» al pedir su colaboración y ahora «está pagando por haberme ayudado». Lo que no es cierto, apunta, es que pidiera investigaciones sobre terceros. «Nunca ordené ni encargué espiar a nadie». De espionaje como tal no se habla en las conversaciones, los tres (Cospedal, De Hierro y Villarejo) charlan sobre informes o de elaborar dosieres porque en aquel caso había «chicha, mucha chicha jodida para nosotros», según el excomisario, que se presentaba como un hombre del «partido». Explica además que se va con el clásico argumento de evitar los ataques al PP y mantiene que desde el congreso del partido de julio ya tenía decidido «abandonar la política». Solo ha anticipado lo que «hubiera hecho dentro de unos días». Se va en definitiva con la cabeza alta: «No he hecho nada de lo que me sienta avergonzada».

Casado, desde la capital finlandesa, agradeció la decisión «libre y personal», además de «generosa y responsable», de la que fuera su jefa y también su aliada para derrotar a Soraya Sáenz de Santamaría en el congreso. Alabó que Cospedal haya puesto los intereses del PP por delante de los suyos. Pero también dejó claro que entre sus responsabilidades está «desligar al partido de cualquier práctica no ejemplar del pasado».

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