Diario de León

El estreno de un nuevo protocolo

La naturalidad presidió una ceremonia multitudinaria. Don Felipe y doña Letizia inauguran una forma de estar transparente, sin nada que ocultar para que no haya nada que hurgar

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Javier Fernández Arribas - madrid
León

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La naturalidad presidió una ceremonia multitudinaria donde los novios se profesaron, una vez más, su profundo cariño y evidenciaron notables muestras de complicidad. En el patio de los Austrias, especialmente engalanado para la ocasión con veinte faroles de cristal con velas encendidas, los dos demostraron un perfecto dominio de la situación que incluía tintes nuevos y modernos para el estricto protocolo real. Cada aparición de la pareja ha conllevado la transmisión de mensajes importantes como respuesta a muchos de los interrogantes despertados en distintos sectores de la sociedad española, pero sobre todo, entre los ciudadanos de a pie y en la prensa. Sin olvidar el carácter institucional y relevante del futuro matrimonio, el Príncipe se dejó llevar por la experiencia y sorprendente aplomo de su prometida. Tanto en la puesta en escena como en la colocación antes las cámaras y en el tiempo -sin prisas- de permanecer siempre sonrientes y cogidos de la mano ante fotógrafos y periodistas. Se ha estrenado un protocolo moderno, con transparencia, sin nada que ocultar para que no haya nada que hurgar. Lo que más llamó la atención fue la personalidad de doña Letizia Ortiz a la hora de pedirle o exigirle cariñosamente al Príncipe que le dejara hablar, un gesto que provocó después más de un ácido comentario pero que la pareja se tomó con la naturalidad que presidió toda la ceremonia. El objetivo manifiesto era lanzar sus mensajes de manera clara y directa, algo a lo que ella está muy habituada. Por un lado, reiterar la continuidad de la Monaquía con este matrimonio, y, por otro, resaltar las cualidades de la futura Reina que va a seguir el «impagable» ejemplo de su suegra, doña Sofía. Los periodistas pudieron preguntar todo lo que quisieron y los fotógrafos llegaron incluso a demandar a la pareja que volviera a posar en un lugar determinado. Todo fueron facilidades, una costumbre muy habitual de los Reyes que siempre son comprensivos con el trabajo de los informadores. El ambiente que se respiró en el Palacio de El Pardo fue distendido y cordial, a pesar de que faltó la frescura de los niños y abuelos. El Rey bromeó con los padres de la novia, rompiendo como siempre el hielo de una situación delicada por la separación de sus consuegros, pero manteniéndose en un segundo plano con el fin de no restar protagonismo a su hijo y a su nuera. Una familia de clase media supo estar a la altura de una ceremonia de Estado, con millones de personas pendientes del más mínimo detalle. No hay fecha fija para la boda aunque el pronóstico apunta para el final de la primavera o el principio del verano. Y como dijo el Príncipe, quedan por delante unos meses «ilusionantes».

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