Diario de León

| Crónica política | Una crisis muy seguida |

Orense, estación término

Rajoy en la clausura de la romería popular en el Monte do Gozo

Rajoy en la clausura de la romería popular en el Monte do Gozo

Publicado por
Manuel Campo Vidal - madrid
León

Creado:

Actualizado:

LA CRISIS del PP gallego es seguida en España, en ámbitos políticos, todavía con mayor interés y detalle del que refleja la prensa, aunque informe a diario. Está en juego mucho más que en la guerra civil valenciana entre los leales a Camps y los sudistas alicantinos de Zaplana; más que en el PP extremeño, dividido en dos en vísperas del Congreso y, por supuesto, más que en el enfrentamiento entre el alcalde Ruiz Gallardón y la presidenta madrileña Esperanza Aguirre. El conflicto gallego, de no resolverse adecuadamente, puede acarrear tres consecuencias muy importantes: la pérdida del Gobierno en una comunidad que era un activo fijo popular; el fin de la vida política de Fraga y, como consecuencia, graves dificultades para el asentamiento de Mariano Rajoy al frente del PP. Tres en uno. Coinciden en el análisis fuentes consultadas en el entorno de los presidentes de la Junta de Andalucía y de la Generalitat catalana, así como militantes significados del PP en Madrid. Uno ellos, que fue director de gabinete de un par de ministros populares, admite que «en el PP se está viviendo ahora mismo un ambiente muy extraño, como raro, confuso. A ver si pasa el Congreso y se despeja». El portavoz andaluz consultado comenta de forma gráfica: «Lo de Galicia parece muy serio, porque además de un Gobierno autonómico emblemático para ellos, hay ahí dos nombres propios que pueden salir muy tocados, Fraga y Rajoy. El uno para su casa y sin retorno y el otro que vigile». Recor-darán que citábamos en esta crónica al diario económico Expansión cuando de advertía que Rajoy ganará el Congreso pero se juega su futuro en las elecciones gallegas. Un mal final La verdad es que la escisión del PP gallego sería un mal final para Fraga, al fin y al cabo un hombre importante en la consolidación de la democracia, porque metió a la derecha en la Constitución del 78. Y básico también en los últimos años para el progreso de Galicia. Sobre lo primero queda en la memoria de los periodistas que ocupamos la tribuna de prensa del Congreso el 30 de octubre de 1978 la tensión histórica ante el desgarro incluso visual del pequeño grupo parlamentario post franquista Alianza Popular, con sus dieciséis diputados enfrentados ante la Constitución. Silva Muñoz, Fernández de la Mora y otros votaron no y su voz atronaba el hemiciclo. Fraga y López Rodó, entre otros, sí. Sin Fraga y sin Santiago Carrillo, el uno aportando ciudadanos por la derecha y el otro por la izquierda, aquella Constitución hubiera nacido minusválida. Por otro lado, está claro que sólo desde que Fraga presidió la Xunta se tomó en cuenta a Galicia. González Laxe tenía dificultades para ser recibido por su correligionario Felipe González y por algún minis-tro. Fraga, al poco tiempo, fue recibido por once ministros socialistas en un día. Pero la vida interna de los partidos es complicada y el relevo de los grandes líderes aún más. No es seguro que Fraga, que reúne tantas cualidades, haya conducido bien las relaciones con gentes como Baltar, Cuíña, Cacharro, etc, que le aportaron, junto a otros y a su cosecha particular, los votos necesarios para sus imprescindibles mayorías absolutas. En la crisis del Prestige cesó a Cuiña cuando era el que pedía, junto a Diz Guedes y algún conselleiro más, intervenir en la catástrofe que Aznar y su gobierno trataban de minimizar. Después, hace dos semanas, dejó escapar a Diz Guedes, sin valorar ni el leal colaborador que perdía, ni que su salida podía represen-tar la gota que colmaba el vaso de la paciencia de Baltar. Sin respuesta Según ha sabido La Voz , Baltar llevaba meses pidiendo un encuentro a Fraga y había llamado varias veces a Rajoy sin obtener respuesta. Mariano contestó, según información no contrastada, a las diez de la noche del día en que se supo que Diz Guedes se retiraba de la Xunta. Y Fraga aceptó ese día la cena tan solicitada. Pero ya era tarde. O no, como diría Rajoy. Mañana se sabrá si Ourense puede ser la estación término para catorce años de hegemonía popular en Galicia. Lo cierto es que ante el gravísimo conflicto, al que se ha incorporado Cacharro Pardo señalando con el dedo a Madrid, los colaboradores de Fraga han reaccionado con la torpeza habitual. A sus órdenes, los columnistas afectos han comenzado a demoler a Baltar como si fuera un hombre primitivo, cuando Baltar estaría en condiciones de denunciar con éxito a sus jefes por mobbing. Se beneficiaban de su trabajo pero lo desconsideraban. Lo acorralaron y se ha hecho respetar.

tracking