Diario de León

| Crónica política | El hundimiento |

Gran socavón político catalán

Del dramatismo de la situación tras las acusaciones de Maragall de que CiU cobraba comisiones ilegales dan cuenta el convencimiento de que habrá elecciones anticipadas y su temor a que se produzcan

Rovira pide una comisión de investigación

Rovira pide una comisión de investigación

Publicado por
Manuel Campo Vidal - madrid
León

Creado:

Actualizado:

El fundador del PSC Joan Reventós, mentor de Maragall, sostenía que «con callar algunas frases se hubiera podido evitar la Guerra Civil». Quizás exageraba pero, si viviera hoy, le daríamos la razón al menos en que si Pasqual Maragall hubiera evitado decir lo de «ustedes, los de Convergència, tienen un problema, el del tres por ciento», hoy no estaría la política catalana al borde de elecciones anticipadas. Al hundimiento de viviendas en el Monte Carmelo de Barcelona, le ha sucedido un inmenso socavón político. Del dramatismo dan cuenta tanto el convencimiento de que será muy difícil evitar elecciones anticipadas como el temor de todos los partidos a que se celebren. En Convergència por supuesto porque, al fin y al cabo, los que cobraban el tres por ciento de las obras públicas de la Generalitat estaban en su casa; en el PP porque pasa un mal momento general y necesita más tiempo en Cataluña para que la brillante labor del ex ministro Piqué se aprecie; y para el resto, socialistas y sus socios de Esquerra e Iniciativa, porque, a fin de cuentas, están gobernando y, si hay elecciones, está por ver si seguirán. Total, un fiasco. Maragall no pudo contenerse ante la carga inmisericorde e imprudente de Artur Mas que, siendo presumiblemente su partido beneficiario de los pagos, pedía comisiones de investigación parlamentarias para disimular responsabilidades por el arriesgado método de exigirlas a otros. Y Maragall saltó como un principiante. Y probablemente asestó a su carrera política un golpe mortal, no solo por la denuncia de la corrupción sin pruebas en sede parlamentaria, sino por haber retirado la acusación ante el chantaje de Mas de que «la legislatura se iba a hacer puñetas». En otras palabras, que no le permitiría aprobar el nuevo Estatuto con el que el actual Presidente de la Generalitat, por lo visto, quiere pasar a la historia. Que Cataluña esté poco atendida por su gobierno parece secundario y que esa obsesión política le cree problemas al propio Partido Socialista en el resto de España, tampoco aparece como relevante. El Presidente de la Generalitat se siente en estas horas más solo que nunca. «Está encerrado en sí mismo, consciente de que ha sido su peor actuación política», confiesa un estrecho colaborador suyo. Piqué ha pedido su dimisión con un razonamiento impecable: «Si denuncia, hay que probarlo; si retira la denuncia solo por el chantaje de Mas, puede parecer que encubre y si lo sabía antes, haber acudido a los tribunales». Pero si Piqué pide la dimisión, Convergència quiere llevarlo a los tribunales y el resto , socialistas incluidos, han perdido la confianza en él. Hasta Zapatero piensa que mezclar lo del Carmelo con la corrupción en un error. Lo que está sucediendo desde hace un mes en Cataluña figurará en los tratados de política: un gran accidente o catástrofe, en este caso no por causas naturales sino por negligencia, conduce a una crisis política, primero de gobierno, después del parlamento y se ve venir que también del sistema. Del sistema de adjudicación de obras públicas, que sería solo la espoleta inicial, hasta el sistema de equilibrios parlamentarios y de reglas no escritas que permiten la gobernabilidad de un país. Y es que lo del tres por ciento estaba en todas las conversaciones desde hacía unas semanas. El lunes pasado lo comentábamos en Barcelona con el profesor Manuel Castells a propósito de la difícil tarea del conseller Joaquim Nadal, un político honesto y consistente, de explicar ante los diputados el jueves toda la verdad, toda menos ese porcentaje que los constructores pagaban al gobierno catalán anterior. ¿Y por qué no dicen de una vez lo del tres por ciento y abren una comisión de investigación?, preguntamos. «Puede hacerse -respondió Castells--pero Maragall, en ese caso, sabe que liquida el actual sistema político catalán». Como esa conversación, sin duda hubo docenas o cientos esos días hasta que el jueves mismo se oficializó en un editorial de El Periódico de Catalunya titulado así, a secas: «Tres por ciento». Gran impacto emocional entre la clase política. La salida política nadie la sabe porque ya prolifera el mote del «Estatuto del tres por ciento» y el descrédito de los políticos -aunque no todos sean iguales, por supuesto- es palpable. Los bomberos habituales del Gobierno de la Generalitat que arreglan los desperfectos que suelen causar Maragall, Carod y compañía - léase el ministro Montilla y el delegado en Madrid, Santiago de Torres, por parte socialista - trabajan a destajo dialogando con Duran Lleida, Puigcercós y Joan Saura que reparan por el otro lado. Pero el socavón político es inmenso. Y el judicial se presume de gran tamaño. El Fiscal general de Cataluña José María Mena, amigo y compañero de toda la vida del irreductible Carlos Jiménez Villarejo, tardó solo horas en saltar sobre la presa. «Es el caso de su vida y está a punto de retirarse», declara a este periódico uno de los políticos citados en este mismo párrafo. Y después falta lo de la Comisión de investigación. «¿Quién garantiza que cualquiera de los constructores que se citen a declarar no confirme lo del tres por ciento y cualquier historia similar de ayuntamientos varios y de otros gobiernos autonómicos?», comenta preocupado otro de los consultados. Ya ven, vienen días de gloria cívica y de funerales por el mítico «seny» catalán pulverizado.

tracking