Diario de León

DISCURSO DEL PRESIDENTE DE GOBIERNO

Amigas y amigos de León

Publicado por
JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO
León

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ÉSTE NO ES UN acto fácil para mí, un grupo de hombres y mujeres con piedad me han elegido leonés del año. Un leonés, presidente del Gobierno de España, aunque desearía que hoy me vieran y escucharan como José Luis Rodríguez Zapatero, o mejor como José Luis. En realidad durante mucho tiempo fui el hijo de Juan Lozano y hoy, paradojas de la vida, Juan Lozano ha pasado a ser el padre de Zapatero. Mi padre lo asume con dignidad y lo explica por las calles de nuestra ciudad con la extensión que ustedes conocen bien. Pero padre quiero tranquilizarte, porque atisbo que en breve seré antes que nada el padre de Laura y Alba. Esa es la cadena de la vida, que enseña que la única gloria nace de la humildad y que la razón libre dicta que nadie es más que nadie. Recibo con tanta emoción como responsabilidad este Premio generoso, porque, como Leonés del Año, represento a toda una generación de hombres y mujeres con quienes tengo la obligación de compartirlo: en su nombre, tanto como en el mío, gracias. El paisaje de mi vida está aquí en León, está en las Discípulas de Jesús, en mi querido Colegio Leonés, en el Pendón de San Isidoro, en el Campus de Vegazana, en la Universidad, y en la Universidad... Sonsoles, en el Cine Club Universitario, en la Avenida del Doctor Fléming, en La Condesa, en Papalaguinda, en las Eras de Renueva, en el Barrio Húmedo por supuesto, en los Valles de Baldeón y del Torío, en cada rincón de cada río de León. Y en León está también el paisaje humano de mi vida, mi familia, mis amigos, mis vecinos, mis compañeros de estudios, mis compañeros, mis adversarios políticos y amigos, a los que siempre agradeceré el tiempo de entrenamiento que me prestaron. Pertenezco a una tierra cuya idiosincrasia estriba en ser cruce de caminos y, por lo tanto, cruce de culturas. Como habitante ideológico del Noroeste sé lo que significa situarse, mirar el mundo, desde una etapa estratégica en el Camino de Santiago o en la Vía de la Plata: significa aceptar nuestra condición de pueblo inserto en un «hibridismo» de riqueza incomparable. Porque frente a quienes temerosos de todo avance se amparan en diferencias excluyentes, los leoneses sabemos de la porosidad y la artificialidad de las fronteras culturales, de cualquier tipo de fronteras. Como colectivo a veces olvidamos que en esos cruces, en esas fronteras, es donde se reconoce al otro compañero, donde nos encontramos con el otro que, consciente o inconscientemente, siempre nos influye. Los grandes avances sociales se han producido en las periferias, en los límites, pues todo cambio social nace de experimentar ese cambio en el ámbito privado y personal. Sólo los inmovilistas utilizan, como arma para defenderse, en realidad de sí mismos, la palabra «extranjero». Yo sé que tales actitudes vienen del miedo primitivo a lo que desconocemos, y esta tierra, este paisaje, está hecho de valor. Esa valentía ha hecho que crezca en mí, como leonés, algo que está más allá de la tolerancia y el respeto. Sé que las diferencias entre unos y otros son la infinita variedad de respuestas que los seres humanos damos a una misma realidad y que, por ello, es un trabajo conjunto permitir una sociedad en la que todas las diferencias tengan cabida. Me lo enseña haber crecido en pleno Camino de Santiago, elemento fundamental en la construcción de un mundo llamado «Europa», cuyos cimientos son esas palabras que nos hacen más grandes cuando se pronuncian desde el corazón: paz, libertad, compañerismo o sueño ciudadano. Como leonés así lo reconozco día a día, desde el orgullo de saber que eso no significa un final, sino el constante progreso hacia algo distinto. Mejor, más democrático, donde la educación y la cultura dejen de ser causa de opresión o de segregación; donde nacer hombre o mujer, donde la orientación social no determina la felicidad o la justicia; donde las vergonzantes lacras sociales que son la violencia machista, la xenofobia, la miseria y la ignorancia que se disfrazan de fanatismo o de supuestas tradiciones desaparezcan, porque desaparecen las vidas sin esperanza. Donde las distancias geográficas no impliquen aislamiento o discriminación porque nos ejercitamos entre todos en que así sea. La conciencia solidaria no es una actitud innata; tenemos que aprenderla. A mí me la enseñaron aquí. Aprendí la lección en las calles de Moisés de León, quien concibió el Zohar, el Libro del Esplendor, dotando a la inteligencia de lo que no puede dejar de ser: un instrumento de diálogo, colaboración y cooperación entre culturas. En León, donde siguiendo tal estela, un grupo de intelectuales y artistas, muchos siglos después, lucharon contra la tiranía empuñando la ética y la estética como únicas armas capaces de romper las cadenas de un «pueblo cautivo», mediante la aventura que significó, para todos los españoles, la revista «Espadaña» en tiempos de oscuridad y silencio. Aprendí en León que cualquier rincón del planeta lo contiene íntegro. Y que la mentalidad cosmopolita y abierta no tiene que ver ni con renuncias ni con el tamaño de la ciudad, sino con el de nuestra generosidad y el de nuestras ilusiones. Aprendí en León que cualquier rincón del planeta lo contiene íntegro. Y que la mentalidad cosmopolita y abierta no tiene que ver ni con renuncias ni con el tamaño de la ciudad, sino con el de nuestra generosidad y el de nuestras ilusiones. Aprendí la lección entre las huellas celtas, romanas, árabes, judías o cristianas, que, como elocuentes maestras, me han ido mostrando infinitas fuentes de dignidad; pero también la crueldad inimaginable del egoísmo. Aprendí la lección en los rostros anónimos de los legendarios arrieros, de los trabajadores de las minas, de los emigrantes maragatos, cepedanos, del Bierzo, de Laciana, de la Valduerna; de las mujeres leonesas que se quedaban solas por necesidad pero defendían la llama de la esperanza. Aprendí la lección de todos los habitantes de nuestras comarcas que hicieron patria allí donde el destino, tantas veces aciago, las condujo; una patria firme hecha de un sacrificio encomiable, de esfuerzo y de honestidad. Patria de eternos viajeros contadores de historias, magos en el arte de la conversación. Aprendí en León a pensar España. España entera, tan fértil pro diversa en esta hora de la democracia. Aprendí de Antonio Gamoneda, nuestro poeta mayor, que una patria es un país con justicia. Aprendí a ensimismarme con la serenidad de nuestros ríos, la lealtad de nuestros valles, el orgullo de nuestras montañas y la austeridad de nuestros páramos. Aprendí la lección alimentándome de la obra imprescindible de nuestros pensadores, escritores, poetas, políticos, pintores, músicos, actores, comunicadores, de nuestros científicos y de nuestros investigadores, capaces de alcanzar lo imposible. Con ellos y por ellos acepto hoy ser Leonés del Año, asumiendo el riesgo que conlleva situarme a su lado como presidente del Gobierno. Me habrán oído muchas veces una firme convicción: entiendo la Política como todo aquello que atañe al ser humano en sociedad; como el conjunto de reglas pactadas que hacen más grata y fructífera la convivencia, y que, por lo tanto, la Política es un arte notable que nace del entendimiento y que busca erradicar la injusticia y repartir con equidad. Pues bien, yo quisiera ofrecer, como agradecimiento a quienes han pensado en mí como Leonés del Año, la recuperación de la palabra «Política», hacerla de todos y para todos. Que, como los antiguos atenienses, sintamos que pertenecer a la polis, a la ciudad, es algo que debemos merecer, que tenemos que conseguir con la ayuda de quienes nos acompañan en la tarea de vivir. Y que los políticos estamos para que nadie olvide que no está solo en tal tarea. En estos días León celebra su anual Feria del Libro. Esta convocatoria ha anunciado, como novedad, que el próximo año acogerá su I Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil. Es una de las iniciativas que hemos puesto en marcha y que queremos compartir con todos, junto a la mejora de nuestras condiciones para el desarrollo, el lanzamiento hacia la tecnología, atracción para empresas y empleos. Todo ello para poner en pie todo el inmenso potencial de futuro de esta tierra, que debe oírse en la historia contemporánea con voz fuerte, con el empuje de la creatividad y de la solidaridad, como representa el libro y la lectura. Pero hoy quiero decir a todos los leoneses, que el futuro está de nuestro lado y que minuto a minuto vamos a poner fin al letargo y al olvido. Esta es una tierra de poemas profundos y de bellos cuentos donde la realidad se confunde con la magia. Por ello, estoy convencido de que aquel hidalgo manchego y universal que se vale eternamente de la imaginación para transitar los caminos hacia la Utopía, y cuyo cumpleaños celebramos en este 2005 estará prestándole atención a lo más próximo, para que tal actitud no pierda de vista el horizonte que nos dirige hacia una universalidad respetuosa. Porque sólo aprendiendo a ponernos en el lugar del otro estaremos capacitados para albergar un mundo de Paz. Esa es la mejor lección que he aprendido aquí, ciudadanos de este lugar del cosmos que compartimos. Como leonés presidente del Gobierno de España me comprometo a no olvidar nunca la responsabilidad que supone aceptar este Premio que me habéis concedido. León es mi casa, a vosotros leoneses os debo cuidarla, mejorarla, hacerla crecer. Pero nada me importa más hoy que sepáis que mi identidad sois vosotros, que mis amigos están aquí, que mis recuerdos me llevan y me traen a León. En este tiempo me habéis hecho feliz, me habéis hecho Leonés del Año. Y mi compromiso es que este tiempo sea el tiempo de los leoneses. Gracias, gracias para siempre.

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