Un cubo y una pala

A las películas de aventuras actuales, como a todo el cine contemporáneo en general, les falta alma. Se la han vendido a los gustos adocenados del marketing y la televisión. Ya lo dijo Howard Hawks, cuando aún Hollywood imponía la estricta codificación genérica: «La aventura es el género más libre, pero los estudios se empeñan en que sea el más vulgar». Pasaron cincuenta años y las cosas están peor, adaptadas a los nuevos tiempos de criaturas, paisajes y decorados virtuales. Sahara , que toma sin respeto el título de una prodigiosa narración bélica de los años cuarenta dirigida por Korda e interpretada por Bogart, es el perfecto paradigma de nuestro preámbulo. La maquinaria de la película funciona bien según los mecanismos del entretenimiento, pero en el interior no hay corazón. Se lo dice Penélope Cruz a su nueva pareja mediática McConaughey, con una involuntaria hipérbole: «A nadie le importa lo que pasa aquí». Y es que este trasunto de Indiana Jones está tan desideologizado que asusta: es un héroe reducido al tópico. Su compañero, interpretado por Steve Zahn, también tiene algo que observar: «Tu rescata a la chica que yo me encargaré de la bomba». Más claro, agua. Claro como el agua envenenada del Níger que utiliza en su coartada ecologista de buen rollo. Para perpetrar el libreto se necesitaron cuatro cabezas que buscaron hermosas ciudades fantasmas y alucinaciones de central de energía solar con miles de espejos brillando en el desierto. Pero todo se les escapó entre los dedos, como la hermosa arena fotografiada por el artista que pintó la luz de Las horas . Nadie esperaba El cielo protector, pero si algo menos infantil que un cubito y una pala playera. SAHARA: Dir: Breck Eisner. Int: Mathew McConaughey, Penélope Cruz, Steve Zahn, Lambert Wilson. 127 min.