Diario de León

El señor del Alto Sil

Reina como ninguna especie allí en el Alto Sil, donde el Bierzo se acerca a Asturias y el entorno le ofrece todo lo que puede pedir. Si el oso pardo ha elegido el valle de Salentinos como morada perpetua, incuestionable es la valía de un paisaje de matices, de ascendencia glaciar, predilecto también para otras especies protegidas. Ver al oso es un regalo, pero en el viaje hasta conseguirlo está la esencia de todo

Una escena de la vida cotidiana de una familia formada por una osa, tres crías y un macho solitario que campa por el valle.

Una escena de la vida cotidiana de una familia formada por una osa, tres crías y un macho solitario que campa por el valle.

Ponferrada

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Temido y amado a partes iguales, es soberano en los bosques del Alto Sil. Símbolo de fuerza interior, sabiduría e intuición, la figura del oso pardo es inherente también al sentir de protección y, a lo largo de la historia, no pocas culturas han reservado para él el papel de deidad, de rey respetado, de gran señor. Su bramido eriza el bello y estremece el corazón y su avistamiento es uno de los grandes regalos de la madre naturaleza. Campa cerca de los pueblos ahora que la colonia ha crecido hasta asegurar su mañana y convierte su rutina en un espectáculo vibrante para quien tiene la suerte de verle pasar.

Es verdad que su figura provoca contradicciones por el efecto que puede causar en árboles frutales o cortines que custodian el dulce manjar de la miel, pero igual de cierta es la belleza de una estampa que se repite en esa parte del Bierzo que linda con Asturias, un paraíso verde de masas de árboles autóctonos y cumbres que custodian grandes secretos, como la ubicación de la guarida del gran señor de los bosques, el hogar del rey oso, ese que ha hecho del Catoute su balcón y de los bellos parajes de Salentinos su morada.

Aquí, en un valle de ascendencia glaciar regado por las frías aguas del río Salentinos y sembrado de pequeñas casas con tejados de pizarra, robustos muros de piedra y balcones de madera. Aquí, en un paraíso rural rodeado de la inmensidad de una naturaleza virgen, bella y de incuestionable valor ecológico. Aquí, a los pies del pico Catoute, destino de montañeros y amantes de la aventura. Aquí ha crecido el oso pardo. Aquí hiberna cada invierno y aquí despierta con los primeros rayos de sol que anuncian la primavera. Aquí vive y aquí reina rodeado de otras especies animales y vegetales de gran valor. Aquí, donde no llegan las masas y el turismo acaba de despegar, aquí tiene su casa su majestad el oso pardo.

No es difícil verlo si se le espera pero, aún no pudiendo ser testigo de su presencia, el paseo merece la pena. Muchos son los caminos que parten de Salentinos pero, sin duda, es la subida a la cumbre que domina el Bierzo la que cautiva al caminante. Con sus más de 2.100 metros, el Catoute se rodea de otros grandes compañeros, como Valdeiglesias y, una vez en lo más alto, la vista no tiene descripción, únicamente se puede sentir in situ.

El valle de Salentinos ofrece al oso pardo el hábitat que necesita. El rey de los bosques busca tranquilidad, lugares en los que el hombre no puede alterar su rutina, masas forestales de robles y abedules, praderías y pastizales, matorral de brezos y piornos, arandaneras y roquedos. Todo eso lo encuentra a los pies del Catoute, al igual que la compañía, más o menos próxima, de otras especies protegidas, como el lobo y el urogallo, y también corzos y rebecos y zorros y gatos monteses y águilas reales y una infinidad de insectos de gran valor.

En este contexto, ver al oso es el premio pero la esencia está en el entorno, tan real como increíble.

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