Diario de León

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La reciente visita de la ministra de energía ha compartido portadas estos días con las hogueras ardiendo sobre el asfalto. Teresa Ribera se hizo la gira por las cuencas prometiendo alternativas al carbón, un tema que lleva sonando por esta tierra desde que ella estaba en el instituto.  

En esta ocasión, promesas y hogueras estaban distanciadas por mil kilómetros. No como ocurría en otros tiempos, cuando en el carbón estaba viva la llama de la reivindicación.  

De tanta rueda quemada entonces queda una ‘huella’ de prejubilaciones y quizá un catálogo de obras, muchas sin sentido —infinitamente menos de las prometidas y proyectadas— con una eficacia nula en lo que era su esencia, en facilitar nueva vida tras el carbón.  

Resulta llamativo el silencio de los que pasean al perro por el río blindados con esos retiros dorados, porque quizá son los primeros sabedores de que los sones que entonó la ministra nunca llegarán siquiera a las partituras, porque los que se entonaron hace años siguen trabados en la maraña burocrática.  

Ese silencio de quienes tanto gritaron recuerda ese mismo silencio de la mina, traidor y pegajoso de humedad ardiente que abrasa las extrañas. Tenía una amenaza permanente de silenciarlo todo para siempre. Como parece que ha ocurrido con el carbón y, lo que es peor, con las propias térmicas y sus trabajadores, para los que ni siquiera dispuso de un minuto la ministra.  

La opereta de Ribera tuvo un escenario singular. En Compostilla. No en la I por cuestión de obras. Esa I que fue la cuna del carbón energético español. El día 16 de noviembre se cumplirán justito 75 años. Fue en la II, en la Ciuden, ese ente millonario que deja un tufo a estafa si se tiene en cuenta que ahora nos dicen que se sabía desde hace décadas que la quema de carbón era inviable.  

Como timo es llamar Transición al carbonicidio perpetrado. Algo que denunciaron ayer en Madrid los camioneros de As Pontes, un trabajo que aquí se perdió hace tiempo entre el daño dejado por los ‘piratas’ de la patronal carbonera, y los asturianos y gallegos que acaparan los puertos por donde entra el mineral de importación.  

En Cataluña deberían repensarse si merece la pena tanta rueda quemada. Los que pierden ojos o testículos... Quizá ponen la cara y algo más cuando la partida se juega en otro tablero donde no se tiene en cuenta a los peones...

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