Diario de León

Antonio Manilla

Que os caiga un meteorito

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En la introducción de La poesía es un faisán, una antología de aforismos de León Molina, publicada en Isla de Siltolá, Antonio Avendaño escribe en el prólogo una de esas verdades tan enormes que a uno le extraña no haberla pensado antes. Hay tres cosas, la muerte, la suerte y la poesía, que ocurren cada día y siempre nos sorprenden. En las fechas que estamos, cuando el Gordo se anuncia con sus fanfarrias de champanes y chinchines de alegría, uno tiene la costumbre de invocar aquí a la esquiva suerte por si las moscas, como si enhebrar un puñado de palabras contadas y echarlas en esta columna tumbada pudiera servir de embrujo para atraer al menos a uno de sus lectores el encantamiento de la riqueza imprevista pero buscada, porque por ahora hay que comprar al menos un boleto para tener una remota probabilidad de encontrar la aguja en el pajar del bombo. Que, más que remota, es remotísima, pues se dice que hay más posibilidades de que nos caiga un meteorito en la cabeza, pero también es verdad que meteoritos golpean todo el tiempo sobre la tierra, aunque la mayoría se desintegren al chocar con la atmósfera, derramando una pedrea de polvo estelar.

El consuelo de recuperar la inversión realizada en la persecución del atávico ensueño español del pelotazo, la verdad es que no reconforta demasiado. El sueño de la pedrea nadie lo tiene, pero es un acontecimiento que también se celebra, aunque sea prolongando la posibilidad de la quimera hasta el sorteo del Niño, que es la segunda oportunidad que nos da la Hacienda que somos todos de hacernos merecedores a una «paralela» en la siguiente declaración de la renta.

A mí me parece que, como dice el refrán, segundas partes nunca fueron buenas y la mayoría descubre, ante el horizonte del Niño, que la lotería en el fondo es un anacronismo, como los toros en la función de pértiga social o la lucha leonesa como método de elección del rey del baile, ese mozo que se iban a rifar todas las jóvenes para echar un pasodoble con él bajo las siempre embaucadoras luces de la verbena. Como el pasodoble, los aluches y la lidia, la lotería tiene opositores pero sigue gozando de una mala salud de hierro. Toda la suerte del mundo. Y, aunque los dos próximos miércoles no haya periódico, si toca, acuérdense de este lotero de palabras que les deseó fortuna.

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