Diario de León

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La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, sorprendió a propios y extraños a comienzos de esta semana con una encendida bronca pública referida al comportamiento de los diputados, sin especificar y generalizando. Cierto que algún parlamentario, señaladamente de Vox, se ha pasado recientemente en su mala educación, pero pienso que tales cosas se pueden resolver en privado, y no tratar a Sus Señorías, por muy levantiscas y deslenguadas que algunas sean, con reprimendas de colegio. Más valdría, para asegurar un correcto funcionamiento del Legislativo, fijarse prioritariamente en otras cosas.

Porque la verdad es que en la Cámara Baja —y en la Alta, claro— se trabaja poco. El absentismo de muchos diputados es escandaloso y lo cierto es que el Congreso está como en modo bajo rendimiento. Y, cuando trabaja, da ocasionalmente la impresión, véanse las sesiones de control de los miércoles, de que sería mejor que siguiese de vacaciones.

El Congreso precisa una reforma del reglamento, cargar más su agenda laboral y dejarse ya de restricciones, pretextando la pandemia, que tanto lesionan el derecho de los periodistas a ejercer allí su trabajo y su deber. Resulta absolutamente intolerable, por ejemplo, que desde hace siete años —y de esto, claro, no es la señora Batet la única ni la principal responsable— no se celebren los debates sobre el estado de la nación, que constituían el acto parlamentario más interesante del año para el conjunto de la ciudadanía.

El Legislativo es el poder de poderes, el más importante elemento de control del Ejecutivo y el foro donde habrían de sustanciarse pactos y rupturas políticos. Difícilmente podría decirse que en esta ‘era Batet’ esa cuna de la democracia esté funcionando satisfactoriamente. Y, por favor, dejen ya de culpar al Covid de tanto escaño vacío y de tanto pasillo inoperante. Esta situación ha de corregirse de inmediato.

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