Diario de León

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Por supuesto, uno ha asistido a debates presupuestarios en ocasiones surrealistas —por lo alejados de la realidad tangible—, en otras fantasiosos —por lo mismo—y no pocas veces incluso mendaces-. Pero lo de los PGE ya aprobados bate los récords: los debates se han limitado a los partidos de la coalición que forma el Gobierno, han sido peleas de pega y en torno a bagatelas. Que, como es habitual, políticos, periodistas y ciudadanos hemos comprado como si se tratase de una gran polémica sobre el fin del mundo. Y no: eran cosas menores, que afectan, poco, a un número crecido de ciudadanos. Por ejemplo, la subida del Salario Mínimo Interprofesional. Por ejemplo, la ingente polémica sobre la regulación del alquiler.

Ojo, no voy a decir que las tensiones entre socialistas y Unidas Podemos —que anda de cónclave, por cierto sin Yolanda Díaz— sean  fake news . Ni son eso ni tampoco una cruenta reyerta con las navajas desenfundadas: para subir quince euros el SMI no hacían falta tantas alharacas ni griteríos. Y para intervenir —que es palabra que yo con dificultad acepto— apenas un cinco por ciento del mercado del alquiler, menos aún. Pero eso sí: estoy escuchando a algunos críticos hablar de expolios, de intervencionismos a la bolivariana, de la Albania de Enver Hoxa y de comunistas dominando el campo económico.

Y no hay nada de eso. Pienso, más bien, que estamos en el reino de la chapuza, de la improvisación. El timonel, Pedro Sánchez, está a demasiadas cosas a la vez. O sea, que el presidente está demasiado ocupado como para someterse a la reflexión que imponen los Presupuestos surgidos de una crisis que no vista en décadas y como para tratar de consensuar sus medidas con quienes han de ponerlas en práctica, desde ministros hasta alcaldes, pasado por presidentes autonómicos. Y, eso sí, encuentra tiempo para hostigar a la derecha y ser hostigado por ella de manera inmisericorde: esa es nuestra mísera política. Pero las medidas de fondo adoptadas, más allá de fuegos de artificio, son las que son: raquíticas, sin imaginación, con escaso alcance, poco efectivas y susceptibles de ser derogadas, sin haber llegado a entrar plenamente en vigor y sin que casi nadie se entere, por otro Gobierno cuando acceda al poder. A los españoles nos encanta pelearnos, como dijo Bismarck, para destruirnos, pero sin jamás lograrlo. Ahí seguimos, con el ruido y la furia; nueces, pocas. Y los Presupuestos, como quien escribe una novela de ficción: se aprueban y para nada se cumplirán. Ya hay precedentes.

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