Diario de León

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Pedro Sánchez está empeñado en atribuir el empobrecimiento general del país exclusivamente a la «guerra de Putin». El caso, como tantas veces, es quitarse de encima sus responsabilidades. No hay errores. Aunque quizá la mejor prueba de que el presidente ha entrado en vía muerta sea el victimismo que despliega públicamente ante el acoso de unos «supuestos» poderes fácticos que buscan doblegarlo. El surrealismo llevado al extremo. Los guionistas monclovitas, imitando a Pablo Iglesias y su pelea con las castas, parecen haber encontrado la fórmula para que el ánimo de la tropa no se venga abajo.

Mientras, la España real empieza a perder la paciencia. El enfado de la calle es insoportable. Nada transcurre ya según las previsiones de Sánchez. El ciudadano empieza a estar harto de preguntarse si de verdad el Gobierno es consciente de lo que hay o nos lleva derechos hacia un agujero negro. El líder socialista ha dilapidado la confianza recibida en 2019 yendo siempre a remolque de los acontecimientos en la toma de medidas, ahorrándose explicaciones de lo que pasa y, sobre todo, de lo que puede sucedernos en adelante. En La Moncloa algunas voces empiezan a advertir del «otoño caliente» que les espera.

Lógicamente, el derrumbe del PSOE en las encuestas no se puede esconder. De hecho, los asesores presidenciales van poniendo sobre la mesa de Sánchez índices de voto muy pobres. «En torno al 25%», según confesión de gente de su estado mayor. Y, además, el papel de Yolanda Díaz se observa cada día más alicaído: «Tenemos a Unidas Podemos por debajo del 10%». Traducido: esas cifras para la coalición, fruto de un desgaste galopante, representan el desalojo de Sánchez del poder. Pese a ello, el Gobierno acusa una lamentable falta de reflejos ante la crisis. Ni siquiera se atisba un mínimo instinto político de supervivencia. El descontrol es total. Simplemente se tira del recurso fácil de los fogonazos de consumo rápido, conscientes de que «la inflación tumba Gobiernos». Todo se fía a un contexto económico favorable en 2023 que les permita tener tiempo para encarar la recta final de la legislatura.

Desgraciadamente para Pedro Sánchez, tales expectativas, más entregadas al azar que a la realidad, ofenden a la inteligencia. ¿Cómo influirá el clima pesimista, que continuará agrandándose, en el estado de ánimo de los votantes? La respuesta está por escribirse. Aunque no parece muy difícil imaginarla. Acuérdense de lo que ocurrió en 2011 con José Luis Rodríguez Zapatero.

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