Diario de León

Antonio Manilla

Implantes de pubis

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Nadie es menos humano por haber perdido una parte de su cuerpo, así que tampoco lo es más por añadir un injerto biótico que supla alguna habilidad perdida o endeble, por mucho que el transhumanismo, que propugna una humanidad aumentada por la tecnología, haya elegido precisamente el símbolo matemático «+» para ennoblecer su logo. La idea opuesta, que también hay quienes sostienen que se deshumanizan las personas por añadirles implantes tecnológicos, aún me parece menos acertada, sobre todo si se piensa en el inmenso bien que hacen un marcapasos o un implante cloquear. La operación al revés, humanizar las máquinas mediante el añadido de partes biológicas, como por ejemplo ponerles neuronas a ordenadores, algo con lo que ya se lleva un tiempo trabajando, ya no lo tengo tan claro y quizá suponga un error. El tiempo lo dirá y seguramente nosotros no estaremos ya aquí para enterarnos.

Mi interés actual por el injerto aplicado a los seres humanos no procede de la plaga de pieles tatuadas o perforadas para añadirles algún metal o un dibujo a sus carnes, que allá cada cual con los complementos que prefiere, uno siempre ha sido de los clásicos cinturón y reloj, sino que proviene de un tipo de servicio que cada vez están ofreciendo más clínicas capilares. Me refiero, no sin cierto pudor, a un tratamiento esencialmente estético de reposición del vello púbico, que se da sobre todo entre las celebrities femeninas, según se dice. Hasta ahora existían trasplantes curiosos de pelo en cejas, patillas, barba y bigote. Esta innovación, que sin duda no es gratuita, porque toda oferta responde a una demanda, no sólo me parece algo extravagante a mí: en los folletos que la anuncian aparece literalmente como «implante capilar atípico». Ya tiene que serlo para denominarlo de esa manera. Cosa de famosetes, ya se dijo.

Según se lee sobre la alopecia púbica y sus soluciones quirúrgicas, el asunto mejora bastante. Se trata de una operación que se realiza con anestesia local, sin secuelas, y para la que se emplean esquejes arrancados de las ingles o de la nuca. Esos folículos pilosos se replantan en el terreno prestando especial atención al monte de Venus. Más al sur de esa cordillera, repoblar territorios resulta tan complejo como si fueran la España vacía. La razón —juro al lector ojiplático que nada me invento— es que tienen mucho peligro de desprendimiento tras el postoperatorio. Por los roces.

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