Diario de León

Alfonso García

Orfebres de León

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En alguna otra ocasión trajimos a estas hojas asunto de parecidas características, motivado por la lectura de una obra. Ocurre lo mismo ahora con la interesante novela histórica La cortesana de León, en la que Francisco Sempere dibuja un fresco de intrigas, sangre y deseo en la corte de Urraca I. De otras y de esta parece deducirse que la orfebrería medieval leonesa era notable. Doña Urraca, según cuenta Sempere, era conocida entre los orfebres de la ciudad, «pues coleccionaba piedras preciosas y frecuentaba los talleres en busca de piezas únicas, a los que también solía encargarles objetos religiosos o simples cruces de oro o plata fundidos».

En este contexto adquiere protagonismo el santo grial, pues «uno de los comerciantes más prestigiosos de la ciudad le habló un día de algo casi imposible: la posibilidad de transportar el santo grial a León». Resulta que en Egipto –el santo grial no está, se dice, en Jerusalén, sino en Alejandría- hay una gran hambruna por las sequías del Nilo. Tienen hambre. «Me han dicho —comenta Benjamín, el prestigioso orfebre— que poseen el santo grial y con él pagarán a quien les preste ayuda». Después de varios contactos con las taifas del Mediterráneo, «el sultán dianense mandó ayuda a Egipto y a cambio recibió la preciada vasija, que envió a León en pago por el amparo militar de Alfonso I el Magno. De esta manera, la infanta Urraca consiguió que la reliquia más importante de la humanidad descansara en la basílica de San Isidoro de León».

Las novelas históricas no son, lógicamente, manuales de historia. Desconozco en qué medida domina la veracidad o la ficción en el hecho narrado en el propio desarrollo del relato. Esta es, a mi juicio, una de las virtudes de la novela histórica: suscitar la curiosidad, y, como consecuencia, el interés. Está claro que la lectura siempre enriquece. Aquí tenemos otra de las muchas posibilidades. Por supuesto, con muchos más ingredientes, pues Sahagún y León son, entre otros, dos de los grandes escenarios en que se sitúan los hechos ocurridos durante el siglo XII. Añádase que, además, en los últimos tiempos la novela histórica parece haberse fijado en esta tierra como escenario de ficción. No deja de ser sintomático.

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