Diario de León

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Bastaba con ser lector habitual de la sección de sucesos de La Voz de Galicia para ahorrarse el spoiler en As Bestas, y hasta las reinterpretaciones del guión y los hechos, acomodados a un menú más atractivo para el espectador. La ventaja de territorios inhóspitos está en la naturaleza, que actúa como un ejército de defensas ante la entrada de virus, da igual en mitad de un monte que en el centro de un pueblo abandonado. Como la gestión política no nos ha dado opción de experimentar las sensaciones del repunte vegetativo en la pirámide poblacional, no sabemos lo que nos perdemos entre conflictos de nuevas bandas y pequeños virreyes ya asentados en el barrio, la cantidad de murmullos de noche entre el ajetreo de las emergencias de las ambulancias y los coches zeta. La mesa del ruido también lo es por el canto de las sirenas y los berridos de los adolescentes que miden el nivel de testosterona a base de machetazos. Es León, no Lyon, y es imposible medir las perspectivas de futuro en base a la relación de tumultos callejeros y el porcentaje de jóvenes dispuestos a la revolución cultural y religiosa, una vez que se saben mayoritarios e imparables en el tramo de cotizantes en edad de procrear. No hay que llegar a los videos de tictoc sobre la revuelta de los claveles en suecistán ni seguir las otras no noticias que no caben en la edición del telediario azul, con vistas azules, editoriales azules, trajes azules, para saber que As Bestas a escala es sólo cuestión de tiempo. En el argot policial que se estila en la capital leonesa, al cruce de calles y otras circunstancias más conflictivo de la ciudad se le conoce como el caladero. Será porque han visto cositas que al poder no le conviene airear en los informativos azulones con los que serena la superficie que soporta el seísmo. Un político que gestionó años la seguridad en la ciudad, me contó que hace ya algunos años que las unidades de policía de la local y la nacional se esperan para aproximarse a perímetros del non plus ultra, que acercan los no go a esta urbe. El final del imperio romano llevó a un éxodo al campo. Ahora, lo verán despoblado, pero está plagado de conflictos latentes que devoran la paz de la soledad. La primera norma, esos seis meses y un día de humo en la chimenea.

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