Diario de León

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Tanto escándalo por el vertido al mar de toneladas de pellets plásticos que granizan hoy las playas gallegas y cantábricas tiene su justificación y legítima furia; encabrona pasar del nunca máis outra máis. Lógica tanta indignación. Y son necesarias las alarmas porque el plástico, como el tabaco, mata «lentamente» para que la sorna del fabricante diga «no tenemos prisa». Pero muchos peces se verán tentados a comerlos como si fueran bolitas de anís y, si ya antes se les detectaban microplásticos en sus organismos, ahora saldrá alguno con la barriga llena de esos perdigones blancos. Sin embargo, un consejero gallego algo lila asegura que lo mismo que los comen los cagan y santas pascuas, pero el biólogo Ricardo Beiras de la universidad de Vigo, que ahora mismo está trabajando en esto, asegura que su polietileno no es tóxico para los humanos, pero que no se sabe aún cómo afectarán a las especies marinas o a nuestras tripas las otras once sustancias detectadas en ellos, algunas no declaradas para preservar su patente. Así que poco nos tranquiliza este científico que, a fuer de sinceridad, confirma también las otras oleadas de microplásticos que llegan a nuestra vida cotidiana sin que tengan igual foco informativo ni nos alarmen; y cita en concreto los que desprenden nuestras almohadas e inhalamos horas y horas, por no hablar de los que emiten tantísimas prendas de vestir que también son plástico... o los que bebemos a diario en botellas o botes plastificados (lo decía ayer La VanguardiaNi una sola se salva: las 280 muestras de agua embotellada analizadas tenían aditivos plásticos. ¿Y cuánta carne, fruta o legumbre no nos viene también en plástico?... Engullendo plástico en polvo o escamitas llevamos unas cuantas décadas, lo que sumado al otro cóctel químico que nos infecta a diario el comer, beber o respirar (desde abrasivos a medicinas), debería llevarnos a la uci o el santo malvar. Quizá necesitemos cierta inconsciencia para que, amén de podriditos por dentro, no acabemos locos por fuera, repitiendo aquello de «lo que no mata...».

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