Diario de León

Publicado por
CANTO RODADO ana gaitero
León

Creado:

Actualizado:

N unca ha sido fácil que las mujeres avancen como ciudadanas, de hecho y de pleno derecho. Olympe de Gouges, que osó proclamar los Derechos de la Mujer durante la Revolución Francesa, porque la mitad de la población fue excluida de la declaración de los Derechos del Hombre, dijo que si las mujeres tienen ‘el derecho’ al cadalso, también lo debían tener a la tribuna. Acto seguido fue guillotinada. Cierto que las ‘conquistas’ se han sucedido, aunque la normalización de la ciudadanía femenina se reduce a algunas partes del planeta y las brechas son aún enormes en las que más presumen de igualdad.

La cabeza de Olympe de Gouges salió rondando debajo de la cuchilla. Y eso que ahora nos parece una salvajada, se reproduce simbólicamente en métodos de censura tolerados en las democracias occidentales. A Cristina Fallarás le acaban de segar la voz en Instagram, pero no solo a ella sino a las centenares de mujeres que han narrado en este espacio abierto por la periodista para contar con toda crudeza maltratos, agresiones sexuales y violaciones que vivieron en silencio, a veces durante años.

Han censurado todas estas denuncias y no pasa nada. Porque el ‘chitón, bonitas’ está muy extendido. Habéis llegado demasiado lejos, chicas. Las brechas de poder ejercen como caldo de cultivo de esta práctica de silenciamiento invisible y consentida que se extiende a espacios públicos, se jalea en el ámbito laboral y permea en el caldo de cultivo social que cuece el negacionismo de la violencia de género.

Que, desde el Me Too, las mujeres hayan alzado la voz para denunciar que han sido sometidas a vejaciones y violaciones produce atragantones. Intentaron callar a Jenni Hermoso, trataron de quitar credibilidad a la víctima de Dani Alves, igual que le ocurrió la mujer que sufrió la violación múltiple de la manada en Pamplona. Igual que sucede a las víctimas de violencia de género que prefieren no denunciar para que no las cuestionen. Pero no pueden evitar que las voces salgan en tromba como las cascadas. Las agresiones sexuales en el mundo del cine español afloran en las últimas semanas y se acaba de estrenar el documental No estás sola, de Almudena Carrocero y Robert Bahal.

Calladita estás más guapa es una expresión coloquial que permanece en el imaginario patriarcal. La mujer callada es la que responde al patrón de género esperado y por eso la ‘retratan’ más bella. Pero si te sales del rol que te han asignado te castigan. Te censuran o, como le sucedió a Mahsa Amini en Irán, por llevar un mechón fuera del velo, te matan. Se acerca el 8M y volverán a poner el foco en cosas como que el feminismo sale a la calle dividido porque interesa poco lo que se reivindique o se denuncie. Lo que importa es que todo siga igual; eso sí, con un lacito morado de postureo para adornar la desigualdad. Chitón, bonitas.

Cómo es posible que una red social pueda censurar cientos de denuncias de mujeres agredidas o violadas?

A Olympe de Gouges le cortaron la cabeza por osar declarar los derechos de la mujer en la Revolución Francesa; ahora siegan las voces de las mujeres violadas
tracking