Diario de León

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«Domingo de Ramos, quien no estrena, no tiene manos». El popular refrán recuerda la tradición de estrenar una prenda, por poca cosa que sea, en este día en que se celebra en la liturgia cristiana la entrada de Jesús en Jerusalén, triunfante en la borriquilla. El inicio de la Semana Santa, que no es otra cosa que una fiesta que coincide con el primer plenilunio de la primavera, se celebra también con palmas y laureles que pondremos a secar para condimentar los guisos.

Una fiesta que celebra el renacer de la naturaleza tras el letargo del invierno y que la iglesia ha sabido arrimar a un relato en el que, respetando este día de alegría y la Pascua Florida, nos sumerge en el dolor de la pasión de un Dios hecho hombre. El auge que las procesiones de Semana Santa tomaron a partir de los años 90 las ha convertido en reclamos turísticos para ciudades como León y ha encontrado su contrapunto en una procesión pagana, el entierro de Genarín que se surgió como un signo de liberación a los rigores que la dictadura nacionalcatólica impuso a la vida pública en la Semana Santa. Se vende el espacio público para vivir el momento culmen o simplemente queda ocupado para el espectáculo que proporcionan las 16+1 cofradías leonesas.

Popularizada la devoción, los políticos se han subido al carro con una euforia que da pavor. Dicen que en León ya no se puede ser alcalde sin pasar por el tercio cofrade, toda una hoguera de vanidades en nombre de dolorosas, cristos y soledades. La ristra de políticos, desde el presidente de la Junta, al consejero de Medio Ambiente y el alcalde de León que se hicieron la foto pujando de la Dolorosa en el inicio de la Semana Santa leonesa es un síntoma más de la política de apariencias y postureo que nos envuelve y ahoga como sociedad. Solo faltaba Alfredo Prada, que se sienta en el banquillo de la Audiencia de Madrid por un caso de corrupción en la Ciudad de la Justicia y parece que ni es de León ni del PP. Fue uno de los sentó las bases de este exhibicionismo, trayendo como estrella del espectáculo del balcón de la plaza Mayor a su mentora, Esperanza Aguirre.

Es Domingo de Ramos, ojalá tuviéramos algo nuevo que estrenar para nuestro cuerpo social. Ojalá encontráramos una bandera que no esté manchada por la corrupción. Ojalá pudiéramos renovar el clima de guerra que aventan en Europa los señores de las armas con un nuevo fondo de armario. Ojalá pudiéramos estrenar la paz en Gaza y Ucrania.

Si, como dice el refrán, «quien no estrena, no tiene manos», pobres y sin manos estamos porque no sabemos ni queremos tejer un tiempo nuevo para estrenar una primavera de verdad. Esa primavera que mi vecino el magnolio nos regala al barrio entero por unos instantes con sus pétalos blancos y rosas que el viento de marzo se apresura a robarle por la noche. La sabia naturaleza nos enseña a renovarnos, pero está en nuestras manos hacerlo. Y se barrunta invierno.

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