Diario de León

Nubes y claros
 María J. Muñiz

Espejito, espejito

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Como dijo el sabio, si quieres que hablen bien de ti, hazte el muerto. No parece consejo para la apisonadora mediática que es el ministro Óscar Puente, estrenado en las instituciones nacionales como mamporrero del Gobierno y aficionado como pocos al toma y daca de alto tono y baja catadura que embarra insoportablemente el gallinero político. Le gusta dar, y le gusta tanto recibir que en su aún breve periplo ministerial ha puesto ya a trabajar a quienes deberían estar pendientes de los transportes (que no es poca tarea) en la recopilación de insultos que se le dedican desde la prensa escrita. Curioso gasto público, a ver a qué apartado de los presupuestos prorrogados, y por tanto ralentizadores de las necesarias inversiones, se asigna tan determinante misión para el futuro del país.

El provocador gobernante alimenta la bestia haciendo pública la larguísima lista de afrentas recaudadas en tan poco tiempo, y convierte las presuntas llagas a su honra y su corazoncito en un ‘best seller’ que hace descarrillar la atención sobre los muchos y urgentes asuntos que tiene pendientes. Que se lo digan a esta tierra.

En esa lista hay de todo. Tontunas que alaban su ego de doberman, cositas que no deberían estar en el debate público pero son frecuentes, y también comentarios intolerables desde cualquier punto de vista. Hay infamias que sobrepasan todas las fronteras admisibles, y no pueden ser más que condenadas. Lo que no se entiende es que se le den tres cuartos al pregonero para hacerlas llegar a quienes hasta ahora las ignoraban.

Lo dicho, al ministro de Valladolid le va la marcha. Aunque parece pronto, incluso para él, tener ya una enorme lista negra de medios de comunicación. Y hacerla pública sin sonrojo. Con la que está cayendo, el político llegado a más que se mira cada día en su espejito, y le pregunta quién es el ombliguito de la actualidad, parece hoy (una vez más) pasado de frenada. Quizá alguien de su entorno gubernamental debería llamar su atención sobre la inconveniencia de dedicar sueldos públicos a rastrear su ego, ya que se considera una cortina de humo siempre inestimable su afición por la parte burda de las redes sociales.

La ciudadanía está harta de esta ralea a la que le gusta la fruta. Pero somos magnánimos. Y seguimos la doctrina de Wilde: perdona a tu enemigo. No hay nada que le enfurezca más.

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