Diario de León
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León

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Mire usted, por donde, y sin comérselo ni bebérselo (la sopa, digo) se puso usted a escribir con desconocimiento y saña sobre un colectivo numerosos y honrado como son los funcionarios públicos de la educación. Más bien, creo que escribió pensando que “todo ladrón cree que todos son de su condición” o “quién las hace, las imagina” porque, en ningún momento, se ajusta usted a la veracidad. Actúa como un ignorante de lo que es la labor educativa en la escuela pública, y por tanto, se muestra atrevido y malicioso, echando por tierra, si fuese capaz, que no lo es, la profesionalidad de los funcionarios de la educación pública. Por cierto, no me gustaría ser profesora de la escuela privada o concertada y que alguien – como usted – me defienda. No, para nada, quédese usted solo. Además utiliza términos “tipo palabrotas” que en ningún momento consentimos a nuestros alumnos-as y que si así sucediese, se aplicaría el R.R.I. (que como no sabrá, traduzco: Reglamento de Régimen Interno); así que yo que usted me echaría a temblar. La escuela pública no es de derechas, ni de izquierdas… la escuela pública acoge a la pluralidad de los alumnos educando en el respeto a los demás y jamás consintiendo que alguien desacredite gratuitamente a padres, profesores y alumnos, como si no supiésemos elegir para nuestros hijos e hijas una escuela de calidad. Y para terminar, yo también doy gracias a Dios, (pues soy creyente y rezo todos los días) porque usted no sea funcionario de educación y pudiera dar clase a mi bien más preciado: mis hijos. Y ya que usted, alardea de llevar a su hija a la escuela concertada, debería saber que un valor cristiano consiste en no difamar al prójimo. Sirva esta carta para reconocer el bien hacer de mis compañeros y amigos, a todos los profesores y profesoras que han tenido mis hijos en la escuela pública, y a los padres y madres de familia que han confiado y confían en nosotros.

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