Diario de León
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Panorama | antonio papell

La pregunta que antecede se refiere a Jaime Mayor y no a Mariano Rajoy porque nadie sabe -”probablemente ni el propio Rajoy-” lo que piensa el líder del PP sobre el portavoz popular en el Parlamento Europeo. En todo caso, las declaraciones del europarlamentario sobre ETA producen, esta vez, indignación en quienes tratamos de acomodar la opinión a los hechos evidentes. No creo que tenga sentido perder demasiado tiempo en rebatir la existencia de una negociación subrepticia gobierno-ETA, que es lo que sugiere el político vasco, quien con sus estridencias hace por cierto un flaco favor a sus conmilitones de Euskadi, con Basagoiti a la cabeza, que están manteniendo muy meritoriamente al Gobierno de Vitoria en un ejemplar gesto de desprendimiento, de grandeza y hasta de patriotismo que conviene valorar en su justa medida. La convicción ética de que el País Vasco tiene derecho a experimentar una gozosa y oxigenante alternancia sólo puede merecer elogios de todos los demócratas que aún mantenemos la poco frecuentada convicción de que los intereses generales deben predominar sobre los intereses particulares o de partido. Mayor Oreja, un político sólido y cabal que a veces pierde en parte el sentido de la realidad al referirse a Euskadi, no cree, evidentemente, que la postura del PP vasco sea la correcta puesto que trata de socavarla con sus juicios extemporáneos. Que además colisionan con la reforma el curso de la normativa vigente para asegurar que los epígonos de Batasuna no estarán en las instituciones tras las próximas elecciones locales, e incluso que podrán ser expulsados de ellas si a posteriori se demostrara cualquier connivencia con el terrorismo. Pero los chirridos de tales declaraciones en el asunto vasco no deben impedir analizar la segunda parte de la proposición de Mayor Oreja: la de que existe una concomitancia entre ETA, que quiere destruir España, y la izquierda política, que quiere debilitarla.

Si ETA no mantuviera capacidad de matar, bastaría con arrojar semejante boutade al cesto de los anacronismos preconstitucionales. Pero se da el caso de que todavía no hemos logrado liberarnos de aquel residuo criminal, por lo que las palabras se Mayor Oreja se vuelven sencillamente inadmisibles y requieren una respuesta. Porque en este país ya no cabe aquella derecha ultramontana, capaz de alentar el discurso de que sólo ella mantiene ideales magnánimos, que debe defender frente a la malignidad de unos partidos políticos que buscan conscientemente la destrucción de la patria.

Así las cosas, no extraña que Mariano Rajoy no quiera enredar todavía más el asunto vasco, ahora que está bien encarrilado, con declaraciones que reabran cismas en el PP vasco. Pero sí sorprende que avale con su silencio esta otra visión de España y de la política española que el PP debe ser el primer interesado en alejar de sí. Ahora que se reclama para diversos fines el pacto fundacional de la Transición, convendría recordar a Jaime Mayor Oreja que uno de los axiomas que fueron entronizados entonces fue el que impedía criminalizar al adversario: quien piensa distinto no tiene que ser forzosamente un malvado cargado de malas intenciones dispuesto a destruir este país. Democracia es, al fin y al cabo, aquello que decía Voltaire a un disidente: detesto profundamente lo que usted sostiene pero daría mi vida para que pueda usted mantenerlo en esta tribuna.

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