Diario de León
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ANTONIO PAPELL
León

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L as elecciones andaluzas recogen ya con claridad la presencia de cuatro actores significativos en la escena política (además de IIU, muy debilitada). Quienes presagiaban el fin del bipartidismo deberán revisar su pronóstico porque PP y PSOE han obtenido algo más del 63% de los votos emitidos, trece puntos más que en las europeas del pasado mayo, por lo que el cambio es más superficial de lo que se suponía. Se podrá decir que Andalucía es singular, pero la intuición política de los analistas y los datos que manejan los sociólogos sugieren que seguirá habiendo dos partidos predominantes, que coexistirán con otros dos en cierta manera subsidiarios. De cualquier modo, es claro que la gobernabilidad se plantea ya en términos distintos, bastante más complejos que los que han regido hasta ahora, que básicamente se regían por la alternancia entre los dos grandes actores políticos.

La formación de gobierno pasa por un acuerdo del Partido Socialista con otras fuerzas —Podemos (que cuenta con escaños) y otra más—para que se abstengan y le permitan gobernar en minoría. La otra opción sería repetir las elecciones, algo que prevé el Estatuto de Autonomía si no se consigue formar gobierno en dos meses desde la primera votación de investidura.

Si se llegara a este extremo absurdo, se habría producido un gran fracaso del régimen de partidos de Andalucía.

No será fácil el acuerdo, pero las fuerzas políticas, que deben gestionar el resultado electoral decidido soberanamente por los ciudadanos, tienen la obligación moral y política de facilita la gobernabilidad. Los sistemas electorales proporcionales darían lugar a regímenes inviables si los partidos no recurriesen a la negociación y el pacto para formar mayorías capaces de gobernar. De momento, Podemos no ha rechazado oficialmente tal posibilidad, aunque en el interior de esta organización hay controversia: la cúpula habría impuesto a su portavoz en Sevilla, Teresa Rodríguez, la negociación con el PSOE y habría relativizado la condición que ésta impuso a Susana Díaz: la expulsión de los expresidentes Chaves y Griñán.

Asimismo, Albert Rivera no se ha cerrado en banda pero ha declarado que si no se producen estas expulsiones, ni siquiera cogerá el teléfono de los socialistas, postura que ha generado críticas puesto que nadie debería negarse a una conversación con el adversario.

Todo indica que tanto Podemos como Ciudadanos terminarán facilitando la gobernabilidad. Pero es preciso en todo caso hacer pedagogía sobre este asunto en el sentido de poner de manifiesto que pactar no es claudicar sino obtener zonas amplias de consenso para decantar mayorías capaces de asumir el gobierno de una institución, de un territorio, de un Estado.

De hecho, nuestro sistema pluripartidista no tiene sentido si no se abraza el criterio de que hay que formar por afinidad coaliciones que representen el sentir mayoritario de la ciudadanía.

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