Diario de León
León

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E l señor Mas quiere separarse de nosotros. Qué raro, no recordaba que estuviéramos casados. Para salir de dudas voy a la edición digital de La Vanguardia y allí leo este tremebundo titular: «Rajoy busca apoyos internacional antes de la batalla del 27S». ¿Batalla? Ni siquiera sabía que estuviéramos en guerra, no más allá del habitual intercambio de sopapos verbales. El presidente del Gobierno acaba de calificar las intenciones separatistas de «delirante viaje a ninguna parte». Lugar este al que se llega fácil, lo difícil es salir. Y Felipe González se ha preguntado en un artículo en El País : «¿Cómo es posible que se quiera llevar al pueblo catalán al aislamiento, a una especie de Albania del siglo XXI?». Son muchos años y muchos millones de dinero público destinados a mantener el parque temático independentista. Uno cree que detrás de tal matraca hay cuatro familias —y su corte de genuflexiones— que necesitan legitimizar sus fortunas, que son de origen oscuro. Por su parte, la Asamblea Nacional Catalana (ANC) ha dado un golpe de efecto propagandístico, que nos ha dejado noqueados al resto: proponer hacerse un ‘selfie independentista’ con Karmele Marchante, la periodista del corazón y más abajo. Hace años la dama quiso representar a España en Eurovisión, con una canción titulada Soy un tsunami ; en tal afirmación hemos de darle la razón. Lo es. Pobres buenos catalanes.

También hay leonesistas que se ponen muy pelmazos con tanto conde Sisebuto. Aquí en nuestra tierra también hay quien lucha todo el día en una batalla inexistente, cómo si no tuviéramos bastante con las existentes. Pero el leonesismo no es nuestro separatismo local, sino otro cantar: dos regiones amigas en una misma comunidad.

Llamarlo «batalla del 27S» parece desmedido y sin seny. Aunque sí será un día trascendente para España, de la que los catalanes forman parte honorable. En fin, el señor Mas quiere separarse de nosotros. ¿Es porque muchos somos del Real Madrid? Otra razón no se me ocurre. Por cierto, hace un par de semanas cometí un estrambótico gazapo en la columna: quise escribir culés pero puse «chulés», que ha de ser algo así como chuletas en catalán macarrónico. Este subconsciente siempre tan chistosillo.

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