La menudencia

W isky no existía, ni el vodka, ginebra poca, el coñac o brandy mandaba a la hora del café y el anís comandaba la partida haciendo de sol con la sombra... lo demás, el resto del día, era ir de vinos, tomar unos chatos... ah, y el vino, de cuba y trasiego, en fudre o bocoy, de espita... con sólo esto ya tenía alma líquida cualquier bar o tasca.

Hablamos de no hace tanto.

Todos los pueblos alrededor de la ciudad estaban entonces plagados de viñedo. Ese fue su paisaje agrario durante siglos y con este manto se abrigaron hasta los años 60. En estos secanos la uva rentaba más que el centeno porque la ciudad se lo bebía todo y no paraban de entrar en ella odres llenos y salir pellejos vacíos... carros y carros.

Las bodegas excavadas en tierra iban desde el Torío al Porma o al Órbigo y todas las parameras cercanas. En un solo pueblo como Valdevimbre superaban las trescientas; ¿cuántas bodegas (cuevas) hubo y quedan en las tierras leonesas?... con un ojo de mal cubero calculé una vez más de cincuenta mil, de las que no quedan en pie ni la mitad; y no tienen ley aún que las proteja.

Para Asturias y Galicia salían también carreteros y reatas cargados de vino que bautizaban en los puertos. Todos eran a beber vino por ser un aporte calórico fundamental en aquella vida y trabajos, sin contar las esponjas de los valles mineros (recuerda un vinatero leonés que para los pozos lacianiegos de la MSP se llevaban tres mil litros cada día).

Mucho de este viñedo era de variedad «híbrida» (inventada contra la filoxera, pero de caldo cabezón y bronco), aunque en cada barcillar o majuelo metían los lugareños cepas de otras variedades, blancas y tintas, yendo todas juntas al lagar para hacer un coupage ya en la prensa que daba el sello característico a cada vinatero.

Entonces se vendimiaba a primeros de octubre; hoy, dos semanas antes; cambiaron variedades, clima y cultivo, que ya no es «en vaso», tocando tierra, para que aquella vieja tacaña nos ordenara sin cesar «levanten la cepa y atropen la menudencia»; y su paisanote por detrás susurrando «la menudencia, para las perdices». Tipo cabal.