Diario de León
Publicado por
AL TRASLUZ EDUARDO AGUIRRE
León

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No me gusta leer las críticas antes de ver la película, no vayan a desvelarme que al final Rick no se sube al avión. A veces, hago excepciones. De nuevo lo he hecho con la crítica de Carlos Boyero, en El País, sobre la última de Almodóvar. El crítico ha vuelto a clavarle su cuchillo de palabras. Y con la crueldad autocomplaciente de quien sabe que será leído por su víctima. Me resulta incomprensible tanta inquina, en quien tantas veces acierta sobre dónde está el oro. En fin, no sigo la trayectoria del director extremeño y creo que un crítico no debe hacerle la ola a nadie, pero tampoco convertirse en su tsunami. Si la obra es fallida, ¿por qué ensañarse con ella? Seguro que sus defectos, si los tiene, no nacen de la dejadez, sino de la búsqueda. Pero el desprecio de Boyero se queda en colleja de ursulina comparado con la agresividad de la política. Y cómo éramos pocos, parió Maduro. Acaba de llamar «racista, basura corrupta, basura colonialista y fracasado» a Rajoy y le ha retado a un debate: «Dónde quieras, cuándo quieras y cómo quieras». Intolerable. Cabe preguntarse quiénes han sido sus asesores en relaciones internacionales. O mejor no, que luego dicen Monedero e Iglesias que el capitalismo les tiene manía.

Según escribió Guillermo Díaz-Plaja, la decadencia ética de la sociedad española empezó cuando empezamos a sentir más simpatía por el pícaro que por don Quijote. En 2012, el Colegio de Economistas trajo a León a Mario Conde a dar una conferencia, en vez de al ingenioso hidalgo, y eso que a éste le tenía en el campus. El exbanquero presentó un libro suyo titulado «De aquí se sale». Sin duda, también los hay que vuelven a entrar.

El papa Francisco pidió recientemente a los sacerdotes que actúen como «ministros de misericordia y ayuden al pueblo descartado». Qué bella expresión: «los descartados». Estos no tienen cuentas ocultas en Panamá, pero suyo será el paraíso. Vivimos rodeados de crueldad evitable, consecuencia de la pereza para salvar lo que nos hermana frente a lo que nos distingue. Porque la mayoría preferimos escucharle una conferencia a Don Quijote que a Mario Conde. Locura por locura, mejor la de la caballería andante que la de la obscena codicia.

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