Diario de León
Publicado por
Héctor Bayón Campos Licenciado en Historia
León

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« Como nacen las hojas del árbol así el hombre nace. Por el suelo los vientos esparcen las hojas, y el bosque reverdece y produce otras hijas en la primavera. De igual modo una generación nace y otra perece». Canto VI, La Ilíada .

«Creo que las flores tienen alma…». Seguramente, amable lector, esta afirmación le sorprenda pero no se preocupe, sólo pretendo dar a las flores el lugar que les corresponde en la Historia de la humanidad. Y es que «ellas» nos evocan diferentes emociones a lo largo de nuestras vidas: felicidad, alegría, sorpresa pero también tristeza ¿por qué no decirlo? Su mera presencia (y su olor) nos pueden hacer viajar mentalmente a ese lugar, a esos momentos que creíamos olvidados y donde habita la nostalgia, esa jueza dolorosa del pasado, que cuando aparece se apodera poco a poco de nuestros recuerdos.

Podríamos decir que la relación de las flores o plantas con la Historia viene de muy antiguo, ya en los albores de la civilización nos encontramos con los famosísimos Jardines Colgantes de Babilonia, del siglo VI a.C. Fueron una de las siete maravillas del Mundo Antiguo y se convirtieron en una de las estampas mas representadas del arte posterior. Y créame, que si no fuera por las flores tampoco hubiéramos tenido tantos filósofos griegos ¿sabe por qué? Pues simplemente porque la Academia platónica o el Liceo aristotélico (siglo IV a.C.) eran parques, unos espacios abiertos donde la reflexión filosófica encontraba la simbiosis perfecta con la naturaleza.

¿Y si hablamos de amor? ¡Cómo no íbamos a citar la alocada pasión de Marco Antonio por la egipcia Cleopatra! La ciudad que alumbró su romance, esa Alejandría del siglo I a.C. olía a aceite de flor de loto, a pétalos de rosa —de Alejandría, claro— y a nardos; claro con estos perfumes tan embriagadores normal que lo dejara todo por ella…

En la Biblia también hay numerosas metáforas que tienen que ver con estos seres vivos vegetales, una de ellas es la que relaciona a la Virgen María con la Rosa Mística. Y es que esta flor se convirtió en el símbolo del paraíso para los primeros cristianos que vivieron en las catacumbas de Roma. Pero además, en el libro sagrado de los mayas el Popol Vuh que guarda sorprendentes paralelismos con el relato bíblico se nos habla de los majestuosos jardines que había al otro lado del Atlántico.

Incluso en los bulbos de los tulipanes (holandeses) encontramos la primera burbuja económica de la Edad Moderna, exactamente en los años 1635-37. Estas flores fueron el objeto de deseo en todo el centro de Europa. Apareció la especulación, desatándose una euforia productora y compradora sin precedentes. Sin embargo pronto la burbuja estalló y los precios de los tulipanes cayeron en picado. Unas veces las flores, otras veces los pisos… ¿ve como la historia (casi) siempre se repite? Por otra parte, a la simbología floral muchas veces se la ha asociado con la idea tan anhelada de la Paz, que se lo digan a los portugueses y a su Revolución de los Claveles de 1974.

Y aunque hay muchos más ejemplos no quiero aburrirle, simplemente quiero terminar este artículo narrándole un breve cuento «floreado» que leí una vez en un libro de cuyo nombre no quiero acordarme y que guardaba bastantes semejanzas con Las Metamorfosis de Ovidio.

Contaba la historia de un bondadoso florista que trataba a sus flores como si fueran personas. Ponía tanto mimo en cortarlas y regarlas que éstas deseaban con ahínco formar parte de sus creaciones artísticas. Saltaban de sus cubos de agua y se vestían con sus mejores pétalos para que él las eligiera antes que a ninguna. Pero un día esta relación tan peculiar se marchitó, ‘Las Parcas’ llegaron de manera inesperada y el florista, que se encontraba en la flor de la vida —y nunca mejor dicho—, exhaló su último aliento vital.

Las flores pronto notaron su ausencia: las rosas perdieron sus hojas, las gerberas agacharon su cabeza en señal de duelo y los claveles se encogieron de la tristeza. Estaban tan desoladas que se reunieron esa misma noche con Flora, la diosa de las flores, para decidir entre todas el homenaje que le iban a tributar a su gran benefactor. Lo que ocurrió fue que, a la mañana siguiente y después de una copiosa lluvia nocturna, el sepulcro del florista amaneció rodeado de infinitas flores, como si estuviera inserto en una ‘eterna primavera’ de colores. Y es que con esta ofrenda, ‘ellas’ mostraban su agradecimiento más sincero al hombre que tan bien las había cuidado.

Después de leer este emotivo cuento comprendí que, efectivamente, las flores tenían ‘alma’… e Historia.

P.D. Quiero dedicar esta Tribuna a Javi, mi padre. Por cierto, nunca te faltarán flores.

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