Diario de León

FUEGO AMIGO

Esplendor de Vulcano

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fuego amigo ernesto escapa
León

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El valle de Sabero resume mejor que cualquier lamento el fracaso de los planes de reactivación de las comarcas mineras. A lo largo de su lecho y trepando por la solana se suceden los cuarteles de la minería vertical, ya envilecidos por el abandono. También se imponen entremezcladas las cordilleras de escombros y algún tajo de los penúltimos cielos abiertos. En contraste con aquel derrumbe, irrumpen actuaciones desorbitadas, resultado de los fondos europeos, como el frontón de Olleros o el cubo de hormigón adosado al núcleo siderúrgico.

Para evitar el tránsito entre los despojos de la minería que salpican los pueblos, la nueva carretera que comunica Boñar y con el Esla discurre por la umbría, a pesar de las heladas que la abrillantan de noviembre a la primavera. Pero no todo es herrumbre en la herencia de una actividad que vitalizó el valle durante siglo y medio. Desde el castillete de Sotillos, que se alza en la cabecera del valle, hasta el complejo de San Blas, que da sentido al desbarajuste de Sabero, magníficos emblemas de arquitectura industrial iluminan el futuro de la comarca.

Todo el valle desde la collada aparece saturado de descartes. Pabellones, torretas y barrios enteros de arquitectura mezquina. A la entrada de Sabero, después del sobresalto oxidado de la Sucesiva, se alinean las casas verdes y el hospital del doctor Izaguirre. Corresponden al esplendor de la comarca. Su empaque convive con los alardes de posguerra, impostados y de peor hechura. La iglesia neogótica de Torbado o el ampuloso casino. Aunque peor legado dejó el desarrollismo. A la plaza de la iglesia asoma un edificio oficial de los setenta devorado por la ruina.

Lo más hermoso de Sabero es el enclave de San Blas, al que se accede por una plaza arbolada. El recinto de los plátanos advierte el prodigio de su templo fabril. Por el entorno se reparten vestigios de una cierta filantropía. Son los barrios altos alentados por el capitalismo paternalista. El complejo de San Blas tomó su nombre de la antigua ermita. La lonja catedralicia es un edificio de tres naves. La principal articulada por espectaculares arcos apuntados que albergan un espacio aéreo y generoso de perspectivas.

El valle de Sabero fue el primero en ser explotado de la montaña carbonífera. Aquellas minas de los ingleses pasaron en 1844 al maragato Cordero, personaje galdosiano afortunado con la lotería que se hizo la mejor casa de la Puerta del Sol y un discreto palacio en Santiagomillas. Para calibrar las reservas minerales del valle se asoció con el geógrafo Casiano de Prado, que pasó un verano haciendo catas. Don Casiano, además de buen zahorí tenía una pluma de lujo, como revela el arranque de la novela El Jarama, del Cervantes Ferlosio.

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