Navegar por mares futuros

Es en las olas de calor, como la que nos achicharra, cuando te alegras de haber nacido en tiempos en los que ya no se estila la armadura. Este Ivanhoe se queda hoy en el salón de su casa, en bermudas. Don Quijote salió en verano a recorrer La Mancha: «y el sol entraba tan apriesa y con tanto ardor, que fuera bastante a derretirle los sesos, si algunos tuviera». Pobre, si no es porque encuentra una venta abierta, de esas que él percibía como castillo, se nos derrite en el capítulo XVI. Menos mal que, ya en segunda parte, los duques tenían en su palacio, nobleza obliga, aire acondicionado y piscina. Por cierto, Rufino Cerdeño, manchego afincado en León, me ha llevado a conocer la maravillosa quijotada colectiva del instituto Padre Isla, en la que él mismo participó en la portada, con su virtuosismo de gran calígrafo. En 2015 redactaron a mano y en seis meses la segunda entrega del Quijote, empeño en el que colaboraron 1000 personas, entre alumnos, profesores, padres, administrativos y cualquier persona relacionada con el centro. ¡Qué bellos dibujos, qué acertada la tinta verde! Un gran trabajo. Tuve el ejemplar en mis manos, que continúa el realizado Cistierna, en 2005, también bajo la coordinación de la profesora Maite López; en este segundo, con Celeste Mendoza. Los logros colectivos siempre tienen detrás a personas concretas que los sueñan y los hacen posibles. A veces, el ideal pedagógico no resulta vapuleado por la realidad. Y es que, digámoslo ya, una de las tareas más bellas de la docencia es posibilitar el cumplimiento de sueños. En un recorte de prensa reconozco a mi amigo Pablo Colino, entonces uno de los chavales que viajaron al Toboso a depositar copia perfecta.

Ayer cumplió 90 años, Modesto Llamas, quien ejerció la docencia en este instituto. Me hubiera encantado asistir a sus clases, como en el Legio, a las de Petra, su mujer, ambos excelentes docentes y pintores.

«Nadie es una isla», proclama el verso de Donne. Cierto, pero también las hay buenas, como la de dicho centro. Cuando la enseñanza no renuncia a ser compromiso y esperanza en un mundo mejor, entonces, ayuda a su alumnado navegar por mares futuros. No se me ocurre mejor brújula, ni carta de navegación más fiable.