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TRIBUNA

Gutiérrez Viejo, homenaje y justicia

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LA más arrebatadora y espiritual de las artes, la Música, adquiere en las interpretaciones de Adolfo Gutiérrez Viejo, una dignidad y una perfección científica que se aúna y recrea con la poesía. La tonalidad es el molde de su éxito, y la combinación armónica de sonidos formando acordes, serpean con el viento por entre los tubos y teclados, como si las manos, repletas de mágicas entregas, recorriendo escalas con funambulesco latido, hicieran brotar las más bellas sensaciones, y los más elevados recreos del espítitu. Adolfo Gutiérrez Viejo, en su magnífica sencillez, es una pequeña gran persona, vivaz y hablador, coloquial y espontáneo; posee ese don que cautiva y encanta sin proponérselo; Ese halo que se desparrama de luz en su entorno, y que es el soplo divino sobre el artista. Le conocí hace veinte años. Yo dirigía enonces la Comisión Municipal de Cultura y un medio día de primavera, el asesor jurídico Antonio Fernández Polanco, Toño para los amigos, frenó mis pasos junto a la alcaldía. Los concejales entonces no teníamos despacho y cualquier lugar era bueno para atender un asunto, o estampar una firma, que tantas veces fue sobre la mesa del conserje, o el frío nada acogedor de la balaustrada de piedra de la escalera. - Mira este proyecto María Dolores, es de un compositor leonés. Estúdialo porque vale la pena. Es para la Catedral. Y no lo leí; lo devoré; los folios sujetos en un cuadernillo, iban y venían ante mis ojos atónitos, releyendo aquellos párrafos en los que el compositor vertía entusiasmo. Se trataba de la creación de un gran Festival en la Catedral leonesa, que hiciera patente la necesidad de un órgano nuevo. Se trataba de buscar fondos a través del Festival para financiar ese órgano necesario que sustituyera al actual ya tan deteriorado. Le llamé. Nos conocimos. Los dos hablamos con la misma vehemencia fruto del entusiasmo. Llevé mi propuesta a la Comisión de Cultura y se aprobó la realización del Festival de Órgano con ciertas incrédulas reservas. - ¿Tú crees que eso va a tener tanto éxito...? expresó el entonces alcalde Morano. - Tendremos que comprobarlo, le dije. - Eso es sólo para una élite. Es para unos pocos dijo entonces Amilivia; son frases éstas que constan en el acta de la comisión permanente. Pendiente de mayor información, y ya aprobado en Cultura, quedó el asunto sobre la mesa. Y volví a la carga con más y mejor información. Conversaciones con organeros como Blancafort y Marcusen, dieron viabilidad a la creación del órgano, y el proyecto del primer festival cobró realidad en la mente de Adolfo que me lo transcribió en unos folios. Tres millones era el presupuesto necesario para el primer festival. Hubo que restaurar y poner al día el órgano actual cosa que hizo el organero De Graff. El organista invidente francés Le Guy, dió el primer concierto al que siguieron otros importantes. Samuel Rubio al órgano y Silva al clave, hicieron del dúo una verdadera delicia. El Festival, a Catedral llena, tuvo un rotundo éxito, ante el asombro de casi todos. Fue declarada la mejor actividad del año en nuestra autonomía. Acababa de nacer una luz nueva para nuestra Catedral. Aquél espíritu primero del Festival, se perdió pero al menos él continúa como bellísima y completa obra. El Ayuntamiento, tuvo que ceder su protagonismo, para que otras entidades colaboraran, ya que era imposible aumentar la dotación presupuestaria en solitario. Hoy, diecinueve años después, con el Festival puesto de largo, sólo el Ayuntamiento aporta 60.000 euros y, entre todos los organismos, cincuenta millones de pesetas. Samuel Rubio, a quien la «Asociación de Amigos del Órgano», responsabilizó de la labor comenzada por Adolfo y ha sabido responder con sobresaliente del encargo. Enhorabuena una y mil veces. Este ha sido el segundo homenaje bien merecido que se le otorga al compositor leonés. El primero se le hizo desde la Comisión Municipal de Cultura, y el alcalde Luis Diego Polo, en nombre del Ayuntamiento, le encargó la composición de un concierto, para el Festival de Órgano. Por entonces yo me fui de procuradora a Valladolid y Luis Diego dejó de ser alcalde. El concierto, titulado «Versos sinfónicos» y compuesto para gran orquesta y órgano como consecuencia de aquel homenaje... aún duerme como las notas sobre el arpa de Gustavo Adolfo Bécquer. Yo me sumo ahora a este nuevo homenaje con el agradecimiento debido a la iniciativa de Samuel Rubio que, sin duda, ha conseguido, para la gloria del órgano catedralicio, que este reconocimiento se haya podido celebrar dentro del Festival. La historia de este acontecimiento, querido amigo Adolfo, merece ser escrita, aunque el órgano europeo que los dos soñamos en aquellos momentos, se quedará burlado ante aquellos sesenta millones ya presupuestados, y los primeros trazos técnicos en la carpeta de los organeros más famosos que quisieroncompetír en tan bella tarea.

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