Diario de León

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Señor alcalde y señor Procurador del Común: como ciudadano de a pie, pregunto porque veo cosas, observo conductas reiterativas, a mi modo de ver y de sentir, inaceptables, pero a las que ustedes como autoridades con responsabilidades y con poder, (va en el sueldo), ni dan respuesta, ni ponen freno.

Como miembro de la ciudadanía leonesa que cotiza puntualmente, cumpliendo las obligaciones cívicas, (acabamos de pagar el primer recibo del IBI-2021, ¡una pasta!), y quiero saber por qué, si la autoridad competente conoce y tiene identificados a esos sujetos llamados grafiteros, que se mueven impunemente por todo el territorio, cual perros callejeros sin dueño que les ate corto, ensuciando con su firma las paredes de toda la ciudad, (no las de sus propias viviendas, porque cualquier miembro de su casa les rompería la cara); insisto, quiero saber por qué no se penaliza a esos infractores que a diario abusan de nuestra paciencia, ensucian nuestra ciudad, mientras nosotros pagamos nuestros impuestos, que luego, en parte, tienen que malgastarse en limpiar y adecentar lo que tales sujetos manchan a diario. ¿Por qué no los obligan los fines de semana, bajo control policial, a realizar un trabajo social limpiando sus pintadas y que paguen de su bolsillo los desperfectos ocasionados?

A muchos ciudadanos nos gustaría conocer la cara de tales tipos incívicos y provocadores, para poder mirarles a los ojos y decirles a plena luz del día y en perfecto castellano unas verdades que nunca aprendieron o que se las pasan por el arco de triunfo:

León no será nunca una ciudad apetecible para visitar teniendo como tenemos unos productos excelentes si su belleza y pulcritud se nubla ante esos detalles de incivismo popular, ante la falta de finura urbana

Primera: La ciudad es la casa común de todos los que la habitamos y todos tenemos la obligación cívica de cuidarla y mantenerla limpia, no “adornada” con lo que excretan sus aerosoles y ellos firman.

Segunda: El que voluntaria y libremente mancha o deteriora dependencias que no son de su propiedad, sino del vecino o del común, tiene obligación de limpiar y reparar el daño causado, y esto, con la orden y el control de la autoridad competente.

Tercera: Como quiera que ni yo, ni el conjunto de urbanitas que habitamos en la ciudad, podemos-debemos tomar la justicia por propia mano, porque sería el caos y romperíamos la concordia, sin embargo, nos asiste el derecho a reclamar de la autoridad civil, en este caso, al señor alcalde y al señor Procurador del Común, a cada uno desde su puesto y cargo, que tomen ya de una vez medidas contundentes y efectivas; que demuestren su efectividad, responsabilizándose seriamente de la defensa y protección que la legislación les encomienda en beneficio de la población, de todas las personas, así como de los bienes que pagamos entre todos y pertenecen a la comunidad. Si ustedes, como autoridades directas, siguen permitiendo que se nos falte sistemáticamente al respeto de forma tan impune y con absoluto descaro, lamentándolo mucho, pediremos su dimisión por dejación de tan importantes funciones protectoras.

Les recuerdo, señor alcalde y señor Procurador del Común, que se nos falta al respeto cuando a diario nos subimos al autobús urbano y lo encontramos sembrado de tiques, porque no hay papelera ad hoc, y porque la ciudadanía no entiende aún, que es norma de educación y civismo guardarlo y luego depositarlo en la papelera. Pero como se gasta el dinero público, no en campañas de educación y concienciación cívica, sino en coloretes, que estarán bien, pero antes prima lo elemental, que nos prepara para dar buena imagen como población educada, limpia y respetuosa. Me pregunto ¿por qué no tratamos y defendemos lo comunitario, lo público, al menos con el mismo respeto que tratamos nuestra propiedad, nuestro hogar? O ¿es que los que tiran los billetes del bus en el suelo, o las colillas en la calle, o dejan los excrementos caninos en las aceras, o…, tienen su casa convertida en una zahúrda? ¿Es que ustedes no han subido al transporte urbano, a pesar de que lo recomiendan a los demás, o no patean las aceras mal embaldosadas, que nos hacen tropezar o nos mojan de forma sorpresiva y muy desagradable cuando caen cuatro gotas? Pregunten a quienes conducen los autobuses y verán que no miento, fotografiando la realidad. Los grafitis y pintadas los ve hasta el más distraído.

Les puedo asegurar que hay momentos en los que uno siente vergüenza de tanto dislate, tanta dejadez y tanta falta de respeto. La concejalía de transportes, la de urbanismo y la de participación ciudadana ¿no tienen asesores que les den ideas para corregir esta imagen lamentable, convertida en endémica? ¿Entonces, por qué cobran dedicación exclusiva o a qué dedican su tiempo…?

Pues mientras no corrijamos estos vacíos, lo cual no se hace de hoy para mañana, León no será nunca una ciudad apetecible para visitar o para pasar en ella unos días, un fin de semana, teniendo como tenemos unos productos de restauración excelentes, unos monumentos que muchas otras ciudades quisieran para sí, una Historia rica y milenaria que apetece y deslumbra a cuantos la conocen; nuestra catedral gótica es un orgullo y es considerada por su belleza como “Pulchra leonina”; pero su belleza y pulcritud se nubla ante esos detalles, de incivismo popular, ante la falta de finura urbana. Necesitamos todos ser acogedores, nuestras calles y aceras aseadas, nuestros autobuses limpios. Usen ustedes el dinero de los contribuyentes en campañas de educación para ser de verdad acogedores, respetuosos, atentos. La buena educación, la servicialidad, la sonrisa es la mejor bienvenida que podemos ofrecer a nuestros visitantes. ¡Que nadie tenga que bajar la mirada ante las gansadas escritas en muchas paredes, que convierten algunos rincones en un burdel barriobajero!

Yo quiero que nuestra ciudad sea pulcra como nuestra catedral y pueda publicitarse así: ¡León, una ciudad para comérsela; una golosina en bandeja de plata!

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