Diario de León

CRÓNICASBERCIANAS

El monte de los muertos

Ponferrada

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EN el Montearenas existen dos cementerios. Uno que se ve y otro que está escondido. Uno bien delimitado en la ladera de Santo Tomás de las Ollas y con una vista privilegiada sobre Ponferrada, y otro más difuso, que no se sabe muy bien donde empieza y donde termina, ni cuantas almas cobija. Dicen que pueden ser un millar los muertos enterrados en el cementerio anónimo de Montearenas, un monte atravesado por la autovía y salpicado de tumbas desconocidas, de fosas comunes donde yacen cientos de víctimas de la represión franquista en la comarca. Quizá porque su cercanía a Ponferrada, y porque los pinares del monte tapaban la vergüenza de las ejecuciones sumarias -o habría que decir simplemente asesinatos- el Montearenas se convirtió en el lugar perfecto para llevar a los paseados, fusilarlos impunemente y enterrarlos. Hasta hoy, pocos se habían interesado por ellos. Todavía hoy, hay quien no quiere saberlo. En la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica tienen los nombres y apellidos de cuatrocientos de ellos. Y en los pueblos próximos, todavía hay quien se atreve a recordar cómo tocaban las campanas de buena mañana para subir al monte a enterrar a los muertos de la noche. Me entran escalofríos, sólo de pensar que cada vez que alguien ha realizado algún movimiento de tierras en un monte que hoy cruzan dos carreteras y donde crece un polígono industrial, ha podido encontrarse con un vestigio infame del pasado. Y ha podido callar. No todos lo hacen así. La Asociación de la Memoria, creada por el nieto de un paseado en Priaranza, ya tiene un lugar en la pequeña historia de la comarca por decir lo que otros callan. La asociación, que recuerda sin ira lo que sucedió en aquellos años, nació para reclamar una reparación moral, pero sin remover odios. Lejos de cualquier atisbo de venganza, que ya no tendría ningún sentido a estas alturas, si es que alguna vez lo tuvo. Nació para servir de cauce a las familias que han callado durante años, por miedo, por vergüenza, o por desconocimiento, y ahora quieren recuperar a sus muertos. Encontrarlos, donde quiera que se los llevaran, y darles una sepultura digna. La asociación ha logrado ahora una victoria simbólica. Y recalco lo de simbólica porque son los símbolos lo que debe importarnos ante la dificultad que entraña encontrar a 30.000 desaparecidos en toda España. La asociación ha conseguido que el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas de la ONU en Ginebra se interese por su tarea y remita una recomendación al Gobierno español para que investigue el paradero de al menos dos desaparecidos con posterioridad a la creación de las Naciones Unidas. Y quizás, viendo la postura que ha adoptado el Partido Popular en las últimas fechas, el Gobierno no se dé por enterado y siga pensando que es mejor no mirar para los muertos. Nadie le eximirá, sin embargo, de la vergüenza que supone que tengan que recordarnos desde fuera lo que nunca debimos olvidar; que hay lugares en España, como el Montearenas, donde existen dos cementerios. Uno que se ve, y otro que duele en silencio.

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