Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

Elecciones, por compasión

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León

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Si a los seis años -como vulgar delincuente- S.Y.C. no hubiera sepultado mi ya tuerta confianza en los Reyes Magos en aquel hoyo del patio del colegio La Minero en el que tratábamos de introducir nuestros nacarados pitos, a estas horas no estaría escribiendo estas líneas con plena conciencia de su tono utopizante. Me restaría apenas un mes para que Sus Majestades, con seguridad, me concedieran el deseo que a lo largo del año ha ido germinando obsesivamente entre mis devastadas neuronas. Sobre todo porque me enseñaron que Melchor y su tropa regalaban más presentes espirituales que materiales. Y ya no anhelo ni el Rolex de kilo y medio; ni el viajecito a las Sheychelles, ni la zamarra de Zidane, ni morderle las nalgas a Jennifer López. Me gustaría que alguien exhumara mi ingenuidad de aquel pocito en el que por unos milímetros sisados al disparo sobre la canica rival aquel butronero de ilusiones acabó descerrajándome a bocajarro en el epicentro de mi cándido espíritu navideño que los Reyes eran en realidad los padres, y que el Mago Chalupa lo encarnaba un conocidísimo locutor local de radio que luego, sin embargo, he ido descubriendo que sí que es algo mágico. Digo, pues, que lo que me gustaría encontrarme el 6 de enero bajo las ramas del abeto sería una carta certificada de La Moncloa en la que Aznar me prometiera que en Ponferrada se adelantaban los comicios municipales al primer mes del año. Resultaría realmente un alivio para mi salud física y mi estabilidad mental. Y creo que no sería del todo egoísta. A muchos ponferradinos, como a mí, nos encantaría ahorrarnos de cuatro a cinco meses de paranoias y discursos demagógicos como los que ya llevan espetándonos desde hace demasiado tiempo unos políticos atormentados como nunca con el poder a cualquier precio, hasta perder de vista por completo lo que es esencialmente bueno o no para la ciudadanía. Es inconcebible que en estados de crisis nacional se puedan adelantar las elecciones, y que no exista en cambio una regulación que garantice esa misma posibilidad en las instituciones locales, las más próximas al administrado y por tanto las indispensablemente más operativas. A mí, en todo caso, lo que me encantaría conocer ya es a quiénes legitima el pueblo en las urnas sin tener que aguantar muchas más soplagaiteces, máxime cuando el coro de formaciones que amenaza con amenizarnos la precampaña en la capital berciana parece que aún puede hincharse. Soplagaiteces, por cierto, como las que confían que sean no menos de ciento y pico vecinos del Temple los pronósticos de la jefa de la oposición acerca de la supuesta chapuza que el equipo de gobierno perpetraría en la plaza-lodazal que quieren rebautizar como del Diamante. Porque de lo contrario, el señor alcalde ya puede ir apuntándose medio millar de votos de menos en la cuenta de su partido. ¡Qué lástima que sobre aquel buraquín del patio de MSP hayan caído ya cerca de treinta tacos y no menos de veinte centímetros de áspero hormigón coloreado!. ¡Qué desesperanza!.

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