Diario de León
Publicado por
Miguel Ángel Castro Merino
León

Creado:

Actualizado:

Salimos de la escuela y educamos desde ella en los valores de lo políticamente correcto y de todo aquello que parece lo más deseable. En la escuela, los niños y los jóvenes reciben los mensajes por todos los costados, desde todas las esferas, de todo cuanto tienen que ser fervorosamente partidarios: ecologistas, pacifistas, solidarios, feministas, humanistas, etc. Si quiero ir por la calle tranquilo debo presentarme en público como demócrata, feminista, como no fascista. (Es bien sabido que fascistas siempre son los demás). Debo ser el testaferro de esos ideales porque el pueblo, la masa, así nos lo ha introyectado. Pero es luego, en el laboratorio de mi vida, en mi práctica diaria, donde verdaderamente se expresa mi ser.

Me llamo socialista, pero no me preocupa ver que muchos no llegan a final de mes porque ya tengo bastante con proclamarme etéreamente socialista, con votar socialista o a «las izquierdas». Me permito el lujo de autodefinirme como feminista pero no me preocupa que haya diferencias enormes entre las presentadoras de televisión, las actrices, las banqueras, las acaudaladas y muchas limpiadoras del hogar, las dependientas exprimidas o las trabajadoras poco remuneradas. De tal manera esto es así que mi feminismo es mera palabrería, como palabrería es llamarse comunista, mientras juego a la lotería para dejar atrás mi condición obrera, si devengo millonario. Puedo defender el feminismo desde Hollywood o desde televisiones varias de España cobrando, al mismo tiempo, una pasta gansa porque soy feminista y aprovechándome del sistema capitalista más sangriento y generador de brechas sociales, denunciarlo, pero no renunciar a él.

La existencia de diferencias entre nosotros, camuflada por miles de argucias y trampantojos, es tan brutal que, si no nos detenemos a ver lo que está pasando, y no solo a leer libros o ver series, es imposible darse cuenta del timo que hemos construido y que se muestra ante nuestras narices. Soy comunista en la escuela, me llamo antifascista, pero no observo la contradicción entre los niveles en los que están gradualmente divididos los funcionarios, (entre los que yo puedo estar en el rango superior, en la élite), los trabajadores, los cargos públicos, etc.

En unas sociedades en las que la mayoría de las cosas están desquiciadas conviene mirar a los ojos de nuestra gente, comprender qué ha sucedido para llegar a ser una sociedad orientada hacia los intereses exclusivamente económicos. Por otra parte, el terror ante «el comunismo» es cada día más difundido para alejarnos de toda muestra de ayuda mutua, de contacto entre los unos y los otros, de entrega por los desfavorecidos.

Interesa el individualismo extremo, que es el que nos hace competitivos, ganadores, superiores. Por todos los lados se esparce la idea de que el comunismo o el socialismo son fatales para la sociedad. Ahora bien, el significado de «comunismo» no lo sabe nadie, a buen seguro. Entre otras cosas, porque hay cientos de acepciones de él.

La escuela, lejos de ampliar el campo de mirada, lejos de hacer de nosotros señores, parece caer, una y otra vez, en el repetido hábito de perpetuar la ignorancia, la miseria intelectual, la ausencia de buscar una unidad mínima para poder convivir menos agresivamente. La escuela está amenazada por sí misma. Su institución es problemática porque más que emanciparnos, pretende adueñarse de los cuerpos, clasificarlos, controlarlos, ponerlos nota, diferenciarlos, castigarlos. La escuela misma acaso ha de replantearse si no es quizás la institución más castradora y punitiva. ¿No será la escuela el huevo de la letal serpiente? ¿No es un arma de doble, y triple, filo la educación? ¿No puede ser criticada o es que es pura como todas esas iglesias que se creen santas? Todo educador ha de ser consciente que podría tener un oficio cómplice muy cercano al de domesticador, al de pastor, al de juez, y, lo que es peor, al de embaucador. Queremos que haya más filosofía, más ética, más educadores, pero ¿para qué? La filosofía puede ser destructora de todas las visiones estúpidas que tenemos y por eso hay que eliminarla, silenciarla, porque podría destruir el sistema que nos hace escuchar cancioncillas, concursitos y recetas de comidillas. ¡Vaya Ud. a saber qué haría una filosofía que no tuviera contemplaciones con nuestro pasivo modo de existir!

Hoy en día hasta un monarca español se puede declarar demócrata sin ser ya siquiera amonestado por sus súbditos. Tiene bemoles la cosa, ¿eh? Es fundamental enseñar a filosofar pero, como decimos, la filosofía es la gran destructora de palabras fantasmas que nadie sabe qué significan. ¿Qué es tolerancia?, ¿izquierda?, ¿derecha? ¿Qué significado puede tener la palabra igualdad entre los hombres? ¿Amor? ¿Felicidad?

En consecuencia, se hace preciso quitar la máscara a estas democracias que ocultan los mayores despotismos. Fue Lenin quien señaló que la democracia consiste en cambiar de tirano cada cuatro años. A veces, hasta quien se denomina ilusamente «comunista» puede tener razón en algún momento. Con todo lo dicho no hemos resuelto nada, pero tal vez sea uno más cauto cuando pretende definirse con palabras gastadas que poco dicen. Un análisis de nuestras formas brutales de existencia podría llevarnos a desvelar, tras tanta palabrería, mayor autenticidad. Sin embargo, esto comprometería hasta la tarea de los profesores-funcionarios o contratados porque trasmutaría realmente la vida que llevamos. Por eso, en ocasiones, hay que atender a la filosofía que se da en la calle y no solo al eco de las escuelas y de las facultades que pretenden arrogarse el don de la sabiduría o de sus encantos. Muchas veces el pensamiento transformador es menester buscarlo en quienes no son los ministros del oficio de pensar puesto que, poetiza León Felipe, «para enterrar a los muertos como debemos cualquiera sirve, cualquiera… menos un sepulturero». Por si fuera poco, para terminar, y con la que está cayendo, los administradores de «la cosa educativa» tienen a bien dejar en una sola hora en la Educación Secundaria Obligatoria, en Castilla y León, por ejemplo, a la ética, al estudio de las virtudes, del comportamiento y de muchas cosas más…El mundo está salvado y lo que llaman inteligencia emocional, justicia y tolerancia, se aprende en las pantallas de las plataformas digitales.

tracking